Misteriosa Josephine Tey

 


El de Josephine Tey es uno de esos nombres que a la mayoría no les suena. Incluso no hay demasiados lectores que lo conozcan. Como suele suceder, una tardía traducción de sus obras da lugar a que permanezca relegada en el anonimato. Pero cuando comienzan a salir esas traducciones entonces todo cambia. Si lees uno de sus libros, después te lanzas en tropel para buscar el resto. Y la conviertes en una de tus autoras preferidas, porque tiene ese algo indescifrable de la buena literatura. En este caso, es la editorial Hoja de Lata, con sus preciosas ediciones y portadas, con sus impecables traducciones (aquí a cargo de Pablo González-Nuevo), la que está logrando que Josephine Tey sea una autora en vías de reconocimiento. No puedo dejar de pensar lo mismo cada vez que me encuentro un autor nuevo, una autora nueva más frecuentemente, porque, no sé el motivo, hay muchas más mujeres escondidas que hombres. Qué pena, qué pérdida hubiera sido no conocerla...

Si tuviera que definir cómo son sus libros diría que variados, distintos entre sí, especiales, muy originales, cuidadosamente escritos, con un lenguaje elegante y certero, como una flor violeta que se coloca en un sombrero oscuro. 

Novela de misterio pero no al uso. Nada de crímenes corrientes ni de investigaciones manidas. Todo lo contrario. Se trata de obras muy distintas a lo que se considera como novela policíaca, con un tratamiento que las aleja del género. Aunque, quizá, el género tiene tantas versiones como escritores, o escritoras, porque Tey forma parte del cuarteto privilegiado de las escritoras británicas de misterio, la edad de oro del género, junto a Agatha Christie, Dorothy Sayers y Ngaio Marsh. 

No es extraño que estas mujeres sean perspicaces y absolutamente originales en su forma de vida. Tey lo es y tuvo que bregar todo el tiempo con los tres nombres que le pertenecían y con una relación muy especial con su máquina de escribir, a la que llamó Brisena y a la que dedica su primer libro policíaco (The Man in The Queue). Ella es, por nacimiento, Elizabeth Mackintosh, hija del frutero Colin y de la maestra Josephine. Es una escocesa de las tierras altas, Inverness, donde nació el 25 de julio de 1896, y terminó su vida en Londres el 13 de febrero de 1952. Era una chica bastante extraña, a la que no le gustaba estudiar y que tenía una gran afición por la gimnasia, los deportes y las actividades relacionadas con ellos. Llegó a ser profesora de la especialidad y también enfermera en la guerra. La enciclopedia británica tiene una entrada dedicada a Inverness, un lugar que imprime carácter: 

Inverness, royal burgh (town), Highland council area, historic county of Inverness-shire, Scotland. It is the long-established centre of the Highlands and lies at the best crossing place of the River Ness, which flows from Loch Ness at the east end of Glen Mor. Situated astride the river and the Caledonian Canal, it commands the route system of northern Scotland.

El segundo nombre que usó fue el de un barrio que convirtió en pseudónimo para sus primeros cuentos y para sus obras de teatro. Se trata de Gordon Daviot. Y el tercero, Josephine Tey, el nombre de su madre y el apellido de un antepasado, que utilizó para sus libros de misterio, los que más fama le han dado aunque hay que decir que su teatro tuvo mucho éxito y algunas de sus obras pervivieron en los escenarios londinenses con actores de la categoría de John Gielgud, por ejemplo, que la trató y que ha contado cosas sobre ella acentuando su carácter independiente, solitario y su escasa confianza en la gente. No se fiaba de nadie y en eso coincide con su colega Christie, que llegó a decir: Cada vez me fio menos de las personas

Beth, nombre familiar, de carácter serio, nada amante de la vida social ni de las fotografías, comenzó a escribir cuentos cortos que se publicaron en The Westminster Gazette, a partir de 1925, mientras vivía en Inverness con su padre. Después de eso llegaron las novelas. Algunos de sus libros fueron adaptados al cine, como A Shilling for Candles, que llevó al cine Alfred Hitchcock en su etapa inglesa, con el nombre de Inocencia y Juventud, en 1937. Otras versiones de sus obras se han rodado por parte de la BBC. 

Este prestigio no se corresponde con sus apariciones en prensa o en eventos sociales. Nunca perteneció al mundillo literario a pesar de que era una escritora exhaustiva, que se documentaba ampliamente para escribir sus libros, creando los detalles de todos los personajes, hasta de los secundarios. Inventaba tramas muy curiosas que dan a sus novelas un aire distinto a todo. De las cinco novelas que se han publicado en España por Hoja de Lata, no puede decirse que tengan parecido entre ellas. Y tienen unos argumentos rarísimos. 





Alan Grant es el detective creado por Josephine Tey. Es un hombre alto y elegante, amante del golf y de la pesca, dos deportes pausados, tranquilos, en los que da tiempo a pensar. Porque pensar es su mejor oficio, su mejor cualidad. No se deja llevar por las apariencias y busca más allá. Trabaja para Scotland Yard y no tiene nada que ver con los detectives al uso, porque en él no hay nada ridículo, ni ostentoso, es un ser racional a más no poder. Una de las cosas que detesta son los prejuicios. Tampoco le gustan las verdades comúnmente aceptadas que terminan siendo falsas. Esto ocurre muchas veces, se dan por buenas cosas que no lo son. Y por eso su investigación es analítica y tiene sentido, no rocambolesca ni teatral. 

Si quieres conocer un poco más la obra de Josephine Tey, aquí tienes las entradas que le he dedicado hasta ahora: 

El caso de Betty Kane

Un chelín para velas

Patrick ha vuelto

La señorita Pym dispone

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