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"Lo que queda de luz" de Tessa Hadley

 


Siempre me emociona descubrir una nueva voz. Suelo investigar acerca de ese nuevo escritor o escritora y entonces encuentro aspectos que me interesan y que tienen mucho que ver con lo que escriben, con lo que son. En este caso está Tessa Hadley. No había oído hablar de ella. Dicen algunas escritoras famosas que esto es una injusticia, que la obra de Hadley tiene categoría para ser conocida y admirada, pero esto es lo que sucede con la literatura y no es la primera vez, ni muchísimo menos. La historia personal de Tessa Hadley es parecida a la de otras mujeres (la mayoría mujeres, pero no solo) que escriben durante toda su vida, logran publicar con esfuerzo bastante tarde, y luego pueden dedicarse a la escritura con el convencimiento de que son escritoras a partir de los sesenta años más o menos. Esto ocurrió con Hadley. Cuando veo esta situación siempre pienso en Jane Austen. Toda la vida, o casi, revisando manuscritos que serían difíciles de publicar o que se publicarían en condiciones negativas. Toda la vida escribiendo sin conocer el éxito. Pero toda la vida, en ese caso su corta vida, con la convicción de que escribir es lo que sabían hacer y, más aún, lo que querían hacer. Esa convicción es admirable. Puede uno pensar lo fácil que resulta tirar la toalla porque debe ser cansado insistir e insistir sin que puedas lograr que tus escritos vean la luz. No obstante, hay una fuerza única, una fortaleza especial en estas personas que luchan, de mil maneras, para que su palabra no quede oculta en un cajón o en el disco duro del ordenador. Admirable. 

Tessa Hadley (1956) publicó su primera novela a los cuarenta y seis años. Antes de eso había logrado una decorosa posición académica y docente. Su especialidad, la literatura inglesa. Sus estudios dedicados a Henry James y a Jane Austen se consideran canónicos. Pero si nos atenemos a su producción literaria esta ha tenido escasa y tardía difusión. Por eso resulta tan importante la labor de algunas editoriales, como Sexto Piso, para traducir y recuperar estas novelas que, de otro modo, no conoceríamos. Un ejemplo de ello es "Lo que queda de luz". El asunto tiene que ver con la vida cotidiana de personas normales, en este caso, de dos matrimonios. Eso es lo que interesa a Hadley, la vida pura y dura, nada de fantasías, castillos encantados, monstruos o damas en apuros. La vida y sus atajos, sus inconvenientes, sus desvelos y sus alegrías. En torno a la década de los cincuenta, en la que ella nació, sobre todo. 

Algunas entrevistas de prensa dan a conocer una imagen satisfecha y alegre de Hadley. Dice estar muy orgullosa de poder, por fin, mostrar su faceta de escritora. Dice estar agradecida de que se lean sus libros y feliz porque eso refuerce sus ganas de escribir y su contacto con los lectores. Debe ser un paraíso llegar a ese momento de comunión con el lector que puede apreciar tus obras y crear contigo la comunidad de afectos que se establece en torno al fenómeno del libro. 

Christine y Alex, Zachary y Lydia. Cuatro amigos de toda la vida, de esos que existen en todas las latitudes. La vida transcurre para ellos en pareja y en grupo, con total camaradería. Sin embargo, como suele ocurrir a veces, una desgracia acecha este delicado equilibrio. La noticia de que Zach ha muerto los azota a los tres. Entonces serán Christine y Alex los que intenten cuidar de Lydia, los que quieran que esos días transcurran de la mejor forma posible. Siempre se van los mejores, piensan, porque eso era Zachary, una especie de argamasa que hacía funcionar la amistad de los cuatro a modo de perfecta sinfonía. Su pérdida traerá el desequilibrio al grupo, porque en el tiempo que Lydia va a vivir con ellos surgirán, del fondo de las cosas y de las emociones, algunas trágicas incorrecciones que ensuciarán lo que hasta ahora había sido un cuadro delicado y firme. Matrimonio y amistad, las dos anclas personales que la autora desmenuza con sigilo y fortaleza. Problemas contemporáneos, problemas eternos. 

Tessa Hadley domina los diálogos y también los silencios, ambos esenciales para que una trama discurra como debe, con suavidad pero sin detenerse. Los vaivenes en el tiempo también son un elemento fundamental de la novela y esa forma de pasar de un personaje a otro sin que ello resulte forzado, con naturalidad. Esa es otra de sus cualidades. 

Lo que queda de luz. Tessa Hadley. Editorial Sexto Piso. 2020. Traducción de Magdalena Palmer. 

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