"Emma, 2020": Invisible Austen

 

Demasiados criados. En las novelas de Austen los criados no aparecen, sencillamente porque ese mundo no le interesaba a la autora y porque sus tramas no están relacionadas con ellos. Solo Hill, el ama de llaves de la señora Bennet y confidente suya, tiene alguna intervención. Y, por supuesto, la señorita Taylor, la institutriz de Emma. Pero aquí hay criados por doquier, que están en todo momento y en todas partes. Demasiados criados. 

Emma no se ríe nunca. Su padre no es hipocondríaco, sino maniático y desagradable. Aunque Bill Nighy tiene una forma física envidiable. El señor Knightley, a quien considero educado y sensato, aparece desnudo vistiéndose, supongo que para darle un poco de salsa al guiso, lo que es una tarea inútil: el actor que lo representa no nos recuerda al señor K. en ningún momento. Es insulso, demasiado bajo de estatura y sin carisma ninguno. Seguimos. 

La señorita Bates grita sin parar, da igual donde esté, grita y grita, supuestamente porque su madre está sorda, pero grita en cada circunstancia, unos chillidos muy desagradables y que te molestan sobremanera porque la cosa no tiene gracia ninguna. Durante las peleas entre Emma y el señor Knightley el ambiente está enrarecido, se gritan demasiado y lo hacen con evidente desagrado. El señor Elton, por su parte, es sencillamente ridículo. Bobo y ridículo. No nos podemos tomar en serio nada de lo que hace o dice. Isabella, la hermana de Emma, es nerviosa y llena de histerismo. Su marido, el hermano de Knightley, lejos de ser mesurado y atento, es francamente maleducado y también histérico. Todos están histéricos todo el tiempo, en realidad. 

Las pupilas del internado de la señora Godard recuerdan al cuento de la criada, apareciendo continuamente con su desfile de capas rojas. Vengan al caso o no. Están en todas partes, como si esas niñas fueran protagonistas de ninguna parte de la acción. Hay hasta una escena inventada en la que juegan a comerse un pastel en el internado. La escena la interrumpe una Emma de malísimo humor, como en toda la película. No se ríe nunca, aunque creo que esto ya lo he dicho. La actriz es fea, fea, pero, encima, tiene un carácter insoportable. 

A los cinco minutos de empezar la película ya odias a Emma y quieres que la película acabe, pero la soportas hasta el final porque quieres opinar habiéndola visto por completo. Sin embargo, te temes lo peor y aciertas. El tono social está distorsionado. Las relaciones entre los personajes que son de distinta clase no tienen nada que ver con lo que la novela cuenta y con lo que ocurría en la realidad. Son, por ello, ficticias, nada creíbles. Eso acentúa el aspecto afectado de la película. La afectación es uno de sus pecados. La directora y la guionista no han entendido nada de lo que escribió Jane Austen. Absolutamente nada. Pero tampoco han hecho una película agradable aun en otro registro. La película es, sencillamente, insoportable, como sus personajes. 

Esa complicidad de buenos amigos, casi de mentor y pupila que hay entre el señor Knightley y Emma, separados por dieciséis años, no se ve por ningún sitio. Al contrario, discuten de igual a igual y a base de gritos. Los gritos son aquí la quintaesencia de las conversaciones. Todo lo contrario de las novelas de Austen donde la mesura en el trato y los buenos modales son esenciales. Porque de eso se trata, de contención, equilibrio y buenos modales. Inexistentes. 

Esa mala educación que se gastan los personajes se puede ver en la cena de navidad en casa de los Weston, de la que salen todos corriendo y despavoridos. O en el encuentro en la casa de Hartfield, con Isabella y su esposo, en el que la niña pequeña se pone a llorar y todo el mundo salta como pavos en el campo, de una forma grotesca y muy desagradable. Ya van no sé cuántas "desagradables" en este texto. 

La negativa de Emma a Elton en el carruaje es otro derroche de mala educación y el colmo es la rabieta que pilla el clérigo que, nada más y nada menos, sale del carruaje en plena nevada y se pone a...gritar, cómo no. El histerismo y la mala educación dominan la escena en todos los aspectos, a lo que hay que añadir la afectación. Nada que ver con la novela de Jane Austen, una verdadera obra maestra de sutileza y detalles. 

Otro tipo de actitudes que aparecen son la prepotencia y el desagrado, incluso el desprecio. Además de la falta de prudencia al airear asuntos privados en la tienda del pueblo, por ejemplo. Los cotilleos deben tener un punto de secreto y de cursivas para que sean interesantes, pero si uno los vocea, literalmente, dejan de serlo y se convierten en charla de barrio. Observamos también gestos relamidos y cursis, nada de la sencilla naturalidad de algunos personajes. Y absurdeces, como que el señor K. aparezca tocando el violín y cantando a dúo con Jane Fairfax. 

Emma usa continuamente el carruaje. Todos los lectores saben que esto no es posible. En las novelas de Jane Austen se refleja una economía de medios muy importante, porque los personaje no son dados a tirar el dinero. Para ir al pueblo Emma siempre usaría sus propios pies y nunca iría en coche, con cochero y criados encima. Frank Churchill es, sencillamente, horroroso. Un actor feísimo, con orejas de soplillo, malos modos, ninguna educación, un verdadero cuadro. Conversación forzada, sin ingenio, lamentable y prescindible. Habla del pueblo como si fuera un nido de ignorantes fatuos (y en la película lo son), y sus alusiones a los bailes son desagradables, llegando al ridículo, como en la escenita en que se pone a bailar en plena calle, lo mismo que los Weston. ¿Quién podría imaginar a la educada señorita Taylor actuando así? Y embarazada...

En realidad tenía mis dudas razonables sobre la película, sobre todo porque vi el casting y vi algunos trailers. Pero el hecho de que el señor Elton fuera encarnado por el gran actor Josh O'Connor me ha llevado a verla. Su papel en la serie The Crown, como el príncipe Carlos, y también en la película "Regreso a Hope Gap", como el hijo, me animaron a intentar ver la forma en la que encaraba al señor Elton, un personaje importante y muy bien definido. Pero mi gozo en un pozo porque, aunque no me resulta desagradable verlo como a otros, es un desperdicio de matices. Lo mismo puede decirse de su esposa, Augusta, que no guarda ni la mínima relación con una señorita de Bath con un importante renta anual y muchas ínfulas. Es tosca y sin interés. Por su parte, todo el misterio que rodea a Jane Fairfax (una de las pocas descripciones físicas que hace Jane Austen en sus novelas) es inexistente aquí, su físico vulgar, nada de la elegancia y el saber estar de la muchacha. Más bien es tan anodina como los demás. 

A la mitad de la película ya estás desesperada. Ese tono ridículo que le quita a la trama toda la hondura y que convierte todo en un vodevil, en una comedia burlesca y no sentimental, es inapropiado. Los momentos cumbres se desperdician, como el baile en el que el señor Knightley saca a bailar a Harriet y luego baila con Emma. Toda la emoción de ese baile, que les da a ambos las claves de un sentimiento oculto que desconocían, se pierde, no existe. En realidad no hay ninguna química entre los dos personajes. Resulta imposible de creer que estén enamorados, ni siquiera dan la sensación de amistad o complicidad. Las reacciones después del baile no pueden ser más absurdas. Él se lanza a correr por el campo sin control alguno, pierde la cabeza y entonces se produce, de forma atropellada, otra escena crucial, la llegada de Frank Churchill llevando en brazos a Harriet tras el encuentro con los gitanos. Todos se encuentran a la vez en la sala de Hartfield y, allí mismo, Harriet le confiesa a Emma su interés en el señor K. aunque sin nombrarlo. No hay matices, no hay intención, no hay detalle. No hay Austen. Y la falta total de entendimiento del texto se nota en una pregunta que le dirige Churchill al señor Knightley al encontrarlo en Hartfield: "¿Qué hace usted aquí?" Jajajajajajajaja. ¿Perdona? Pero, vamos a ver, si es su segunda casa, si va todos los días a ver al señor Woodhouse y a Emma. ¿Quién eres tú para preguntar eso?. Inconveniencias, una tras otra. 

La conversación final entre Emma y el señor K. en la que él le pide que se case es para pasar a la antología del disparate. Más bien podría encajar en "Emma y los zombies". En el momento cumbre a ella empieza a sangrarle la nariz. Sí, como lo lees, a sangrarle la nariz. Se enfada tanto y grita tanto que le sangra la nariz. Se pone como una fiera (otra vez más) y el señor K. no sabe dónde meterse. Claro que él tampoco tiene ni la mínima autoridad moral sobre ella, ni sobre nadie, para opinar. De resultas de la charla ella decide ir a hablar con el señor Martin para ponerlo en la pista, otra vez, de Harriet. Y no lo hace para ayudarla sino para quitársela de en medio, ya que ella se ha prendado del señor K. !!! Y va a la granja !!!! Sola y con una cesta de comida. Sin conocer de nada a la familia, va y se presenta allí. Eso no es Jane Austen, eso es John Grisham, por lo menos. 

El final, la intención de la boda, se resuelve en una absurdísima escena llena de criados y delante del padre. Bah, sin emoción ninguna. Y el toque final de la boda (con la maravillosa descripción que hace de ella en la novela la señora Elton) resulta lánguido y aburrido. Aburrido, aburrido. Un aburrimiento a esas alturas. Sin emoción, ni lágrimas, ni nada, nada más que un esteticismo vacío y hueco. 

Ya no se trata de que el vestuario sea incongruente (demasiada pedrería), de que los intérpretes no estén bien escogidos (que no lo están), ni de que haya escenas añadidas que no suman sino que restan, se trata, sobre todo, de que no existe el toque Austen, de que el tono no está pillado, de que no hay esencia alguna de la comedia sentimental, ingeniosa, llena de perspicacia y de detalles importantes, que es la novela. Emma es odiosa y fea, siempre enfadada y riñendo. El señor Knightley es inmaduro y poco atractivo. Y así podía seguir. Incluso la música está mal escogida. 

Lo único que salvo de la película es a Harriet y a su señor Martin. En otro contexto hubieran dado un buen juego. Y, por supuesto, los textos, pero eso no es mérito de la directora ni de su guionista, sino de Austen. Conforme más fieles son a la novela, mejores resultan. Por lo demás, un absoluto despropósito, innecesario y hasta molesto. Un bodrio. 





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