Hay amores que matan...pero son los menos
(Foto: Clayton Bozard)
He tenido tantos amores que a veces los confundo. Huelo un perfume masculino y me pregunto si era de este o aquel. Observo un momento del día y dudo si le gustaba a tal o a cual. Lo mismo ocurre con las fotos de viajes. La hermosa Florencia ¿con quién la contemplé?. El sol de la Provenza ¿a quién se debe?. Esa foto en un parque de Filadelfia ¿quién la tomó? O la subida al puerto del Escudo, con el coche en alto ¿con quién fue?. Más difícil resulta relacionar una película con un amante. La primera vez que vi esa película que ahora veo tantas veces...¿quién estaba en la butaca de al lado cargando con una de palomitas grandes?. Y ese día que en el cine se formó una bulla porque alguien se había equivocado de película y se puso a gritar, muy molesto...¿con quién estaba yo?. Podría seguir enumerando situaciones, vestidos que me puse o me quité, zapatos con los que anduve durante horas no sé con qué motivo y qué persona, billetes de avión, esperas en la estación de tren, regalos que llegaron por San Valentín...Todos los amores parecen ser los mismos aunque hay algo dentro de mí que me dice que eso no es cierto, salvo que quizá todos se resuman en uno, que es cosa distinta.
Lo peor de todo es que ahora abro con sumo cuidado y mucha precaución mis diarios antiguos, mis cuadernos llenos de poemas o pequeños relatos alusivos, y no sé de quién hablo ni a quién me dirigía. ¿Por quién sufría tanto, quién me hacía llorar, quién me había rechazado, quién no estaba a la altura, quién me engañó, quién perdió mi confianza...? No tengo respuestas para estas preguntas. Y esos diarios tratan más que nada de penas, porque la alegría no hace falta escribirla.
Solo hay una pregunta que puedo responder sin dudarlo y cuya respuesta no varía con el sol o la nieve, la lluvia o la tormenta, el verano o el otoño, el día o la noche. ¿Con quién no tuve que fingir ser cosa distinta a la que soy?
Contigo.
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