"Como cambia el mar" de Elizabeth Jane Howard
DE Elizabeth Jane Howard he reseñado ya aquí "Los años ligeros" y "Confusión", ambas pertenecientes a la serie sobre los Cazalet, que tanto éxito obtuvo y que dio la fama a su autora. Esta novela de ahora, "Como cambia el mar" es mucho más compleja, interesante y esplendorosa que la saga. Es una obra maestra.
Se trata de una complicada estructura narrativa, con varias voces, escenarios distintos y formas narrativas diferentes. Novela epistolar (las cartas de Alberta a su familia), narrada en primera persona (a cargo de Lillian y de Jimmy) y en tercera persona (la parte de Emmanuel). Una espléndido friso en el que cada cosa está perfectamente colocada en su sitio. Las localizaciones también varían desde Londres a Nueva York a Atenas y a la isla de Hidra. Naturaleza en su justo punto, sin merodeos innecesarios, lo que se necesita para crear el marco, la atmósfera. Una historia que va recorriendo el argumento a modo de inusitado río que transcurre sin que el agua se pare. Y, sobre todo, unos personajes construidos a cincel, de carne y hueso, con sus energías intactas aun en su desesperanza.
La novela me ha confirmado la extraordinaria calidad de Elizabeth Jane Howard. Es imposible sustraerse a la lectura, dejarla de lado y respirar, hay que seguir leyendo, leyendo, porque no intuyes qué ocurrirá y, sobre todo, porque tienes miedo de dejar solos a esos personajes que están al límite. Ellos son cuatro: Lillian y Emmanuel, casados, él un dramaturgo de éxito, ella una mujer incompleta desde que perdió a su hijita. Alberta y Jimmy, ella una jovencísima secretaria llena de luz, de esas personas que transmiten buen rollo y un clima perfecto. Él un atormentado representante, amigo y mano derecha, con deseos sin cumplir, con historia sin completar. Los cuatro, en unos escenarios cambiantes pero con una voluntad férrea de afirmarse cada cual en lo suyo. Increíble la manera en que el desenlace llega con naturalidad y te hace entenderlo todo.
Hay una frase que encierra toda la filosofía del libro: "No hay ningún manantial eterno que no tenga otra fuente que uno mismo". Es así como se nos dice que cada personaje está buscando algo que no se encuentra en el exterior. Lillian desea paliar el drama de la muerte de su hija y no sabe cómo hacerlo, espera que los demás le propongan algo que sirva pero no lo halla. Emmanuel necesita el deseo para vivir, necesita la pasión que le devuelva juventud y le devuelva fuerzas, pero se equivoca una y otra vez. Jimmy no sabe lo que quiere, no se atreve a esperar nada, porque nunca ha tenido certezas ni pasado. Y Alberta, ella es una luciérnaga que alumbra a los demás y a sí misma, la única que, en realidad, sabe de dónde viene y sabe lo que quiere lograr. Es el momento en que cada cual vislumbra la verdad de sí mismo cuando las cosas empiezan a tomar otro cariz: el de que la vida hay que vivirla de dentro hacia fuera y no al revés.
Los cuatro personajes soportan la trama del libro y lo hacen añadiendo sus puntos de vista, no solamente sus actos. Emmanuel está en ese momento de su vida en que tiene que preguntarse muchas cosas y encontrar respuestas que aporten algo de ilusión a cada hora. No es fácil para él. Parece que estrenar obras de teatro ya no le supone ninguna aventura. Parece que se ha cansado de romances con muchachas a las que triplica la edad y que no le interesan en realidad. Su relación con Lillian es muy difícil porque ella se ha quedado suspendida en los años de vida de su pequeña hija y por eso no puede avanzar. Todo esto no se cuenta en forma de drama, sino como una triste realidad que hay que sobrellevar como sea. Por eso la luz de Alberta, esa muchacha sencilla y natural, es la que lo alumbra del todo. Y hay que decir que no solo a él. También a Jimmy, tan poco afortunado en su vida y también a ella, a Lillian, desde el momento en que hace que vuelva la mirada a la tragedia de otra forma. Alberta es, en realidad, el centro de todo.
Los buenos libros como este tienen la virtud de que te conducen de una página a otra sin darte cuenta. Los buenos libros como este producen, además, un efecto duradero: te hacen pensar en ti y en lo que eres. Los buenos libros como este son del autor tanto como del lector. En este caso, aunque ya conocía a Elizabeth Jane Howard y se me había mostrado su belleza de palabra, es este libro el que ha terminado de armar la estructura, el mosaico, el dibujo, la verdad de lo que su literatura alcanza.
(Sobre Elizabeth Jane Howard en este blog: Su arrebatadora belleza supuso, al final, un handicap para ella, porque lograba enseguida llamar la atención de los hombres y sus elecciones no eran demasiado acertadas. Después de dos divorcios y varios amantes pareció encontrar la estabilidad necesaria para seguir escribiendo en el escritor Kingsley Amis, con quien estuvo casada casi veinte años. Su hijastro, Martin Amis, cuenta que fue ella quién lo alentó a leer y a desarrollar su vocación de escritor. En la casa que compartió con Amis había siempre invitados amigos a los que ella ayudó en momentos difíciles de salud, como la también escritora Elizabeth Taylor y el escritor Cecil Day-Lewis).
Como cambia el mar. Siruela. Nuevos tiempos. Elizabeth Jane Howard. Traducción del inglés de Raquel García Rojas. Publicación original 1959. Publicación Siruela 2020. Título original The Sea Change.
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