Ir al contenido principal

"¿Jubilación viene de júbilo?" por Ángel Vela


 (Foto: Nick Knight) 

El Cameo de Ángel Vela Nieto. Una reflexión muy personal sobre uno de los momentos vitales que más sentimientos generan. 

"Cuando llega la jubilación laboral lo único claro es que uno (hablo como varón) ya tiene una edad que no es para tirar cohetes; vamos, que no se parece a la de la mili o la de juntar para el ajuar, por ejemplo. El discurrir de los años no beneficia a nada ni a nadie, todo envejece y se deteriora con el tiempo como es de perogrullo. Se dan casos, y no son pocos, en los que abandonar eso que llaman “el castigo bíblico” lleva a trastornos psíquicos, a no amoldarse a la nueva situación vital. 

Para eso se tiene que dar la circunstancia de que la ocupación, a la que se ha dedicado la vida, haya sido elegida, vocacional, el trabajo como placer. En principio todos los nuevos jubilados aplauden su libertad de compromiso y sienten como un rejuvenecimiento de la sangre, y algunos hasta creen en verdad que regresan a la juventud. Sintiéndolo mucho, tendrán que olvidarse del fútbol, con lo que les gustaban jugar a la pelota, y tener que conformarse, como ejercicio físico, con el juego ese de las grandes bolas de acero, la petanca, que es lo único a lo que nunca se jugó en los antiguos descampados del barrio. 

Porque no se entiende cómo sus ya correligionarios no regresaron a “la tángana” o a “las siete y media”, que eran los entrañables juegos de la niñez y primera juventud. Pero a la mayoría les tiró “la modernidad”, mientras que otros eligían los juegos de mesa, las cartas o el dominó; de la casa a la peña para ojear los periódicos y echar la partida con los compadres; gimnasia mental, que liga mejor con la copa de tinto.

Pero eso de ver siempre las mismas caras y soportar caprichos de viejos, deja de ser “un júbilo” y se convierte en una rutina que sólo sirve para discutir por lo mal que juega el compañero. Además, hay que acostumbrarse al camino del Ambulatorio, porque por allí andarán las nuevas “amistades”, las de bata blanca que se extienden a las de la farmacia habitual. Y todo esto tirando de las piernas que cada vez pesan más. Por ahí debe estar “el júbilo”, pero yo no lo veo."


Ángel Vela Nieto

Ángel Vela es escritor y colaborador en prensa escrita, televisión y radio durante muchos años. Además de poemas, letrillas para el cante y reflexiones, es el máximo especialista en Triana, ese arrabal histórico que tanta gloria y arte ha dado a Sevilla. Ha estudiado con absoluta entrega todos los aspectos de la vida en Triana, tanto la cotidiana como la artística. Toreros, flamencos, personajes, cines, costumbres, urbanismo, fiestas, todos estos temas han sido desmenuzados por él a lo largo de años de investigación. Entre sus libros están: "Personajes relevantes de Triana", "Triana, fiestas y costumbres", "Triana y su velá", "Triana, semblante y genio", "Triana, sitios y presencias", "Triana, un barrio de cine", además de dos obras magnas, el estudio del flamenco en Triana, en tres tomos, "Triana, la otra orilla del flamenco", y el de la torería, del que ha salido el primer tomo "Cien toreros de Triana, de los pioneros a Antonio Montes", su última obra publicada. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

La hora de las palabras

 Hay un tiempo de silencio y un tiempo de sonidos; un tiempo de luz y otro de oscuridad; hay un tiempo de risas y otro tiempo de amargura; hay un tiempo de miradas y otro de palabras. La hora de las miradas siempre lleva consigo un algo nostálgico, y esa nostalgia es de la peor especie, la peor clase de nostalgia que puedes imaginar, la de los imposibles. Puedes recordar con deseo de volver un lugar en el que fuiste feliz, puedes volver incluso. Pero la nostalgia de aquellos momentos siempre será un cauce insatisfecho, pues nada de lo que ha sido va a volver a repetirse. Así que la claridad de las palabras es la única que tiene efectos duraderos. Quizá no eres capaz de volver a sentirte como entonces pero sí de escribirlo y convertirlo en un frontispicio lleno de palabras que hieren. Al fin, de aquel verano sin palabras, de aquel tiempo sin libros, sin cuadernos, sin frases en el ordenador, sin apuntes, sin notas, sin bolígrafos o cuadernos, sin discursos, sin elegías, sin églogas, sin

Siete mujeres y una cámara

  La maestra de todas ellas y la que trajo la modernidad a la escritura fue Jane Austen. La frescura de sus personajes puede trasladarse a cualquier época, de modo que no se puede considerar antigua ni pasada de moda, todo lo contrario. Cronológicamente le sigue Edith Wharton pero entre las dos hay casi un siglo de diferencia y en un siglo puede pasar de todo. Austen fue una maestra con una obra escasa y Wharton cogió el bastón de la maestra y llevó a cabo una obra densa, larga y variada. Veinte años después nació Virginia Woolf y aquí no solo se reverdece la maestría sino que, en cierto modo, hay una vuelta de tuerca porque reflexionó sobre la escritura, sobre las mujeres que escriben y lo dejó por escrito, lo que no quiere decir que Edith y Jane no tuvieran ya claros algunos de esos postulados que Virginia convierte en casi leyes. Ocho años más tarde que Virginia nació Agatha Christie y aunque su obra no tiene nada que ver con las anteriores dio un salto enorme en lo que a considerac

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La primavera es una cesta llena de libros

 /Foto C.L.B. Archivo personal/ Una de mis viejas amigas (viejas porque son de toda la vida) tiene siempre a flor de piel el deseo de encontrar un lugar tranquilo donde sentarse a leer y a tomarse una taza de té. Creo que lo del té es reminiscencia de nuestras lecturas inglesas, porque todas nosotras, ineludiblemente y sin razón alguna, tenemos en esa literatura una referencia constante. No solo hemos leído muchos libros de autores ingleses y estadounidenses sino que los comentamos y nos intercambiamos exclamaciones, interrogaciones y toda suerte de signos estrambóticos. Sentarse en un lugar tranquilo, a resguardo de los vientos y del sol inclemente, mientras el té se va enfriando y tú estás inmersa totalmente en el libro, es un sueño que ella expresa cada vez que se le pregunta qué desearía hacer en ese mismo instante. Y, tanto lo repite, que todas las demás pensamos que, en realidad, ella es una de esas muchachas de la campiña que viven en casas solariegas o en pequeños cottages y qu