Cosas que quería contarte
©Nina Leen para Life
Una amiga y yo hablamos de nuestras cosas. Esas cosas son, en realidad, las mismas de las que todo el mundo habla cuando pega la hebra al teléfono. Esta amiga y yo solemos mantener el contacto telefónico con frecuencia y, sobre todo ahora, cuando los paseos y las cervezas están proscritos. Nos parece raro no vernos en persona, porque solemos entendernos muy bien y darnos consejos mutuos que son sabios. Pero, la mayoría de las veces, no hablamos, en concreto, de "nada". Es decir, ya no necesitamos actualizar noticias o dar cuenta de algo desconocido. Nos conocemos y por eso nuestras conversaciones son de cosas que han pasado a la categoría de historias. Cómodamente. Sin permiso.
Tengo algunas otras amigas así. Hablamos de vez en cuando. En tiempos corrientes, nos vemos de vez en cuando. Seguimos el hilo por donde lo dejamos y, en ocasiones, surge una confidencia especial, interesante, algo nuevo, aunque la mayoría de las veces todo se queda ahí, en una nada tranquila, porque nos conocemos y sabemos de qué va la cuestión. Simple rutina que refuerza esos lazos.
Detecto cuándo una persona me interesa de verdad y cuándo esos lazos son fiables y fuertes porque me lanzo a contarle cosas en cuanto tengo ocasión. Incluso si las charlas son cotidianas, surge el torrente de anécdotas, comentarios, preguntas y hasta respuestas. Esto es verdaderamente milagroso. Cómo puede ser que hayamos hablado el día antes y tenga tanto que contar? me pregunto. Pues así es, sin más, sin que haya otra explicación que la afinidad, o el cariño, o la necesidad que tenemos todos los humanos de contar y contarnos, a nosotros mismos y a los demás, todo aquello que nos ocupa. Si esa corriente falla, entonces cerramos la puerta al mundo, bajamos la persiana.
La historia de la literatura está llena de historias que se cuentan por escrito porque el autor tenía que decir algo sobre algo, aunque en este momento no recuerde ese algo, o sea un algo abstracto, o quizá un algo circunstancial, o un algo falso o un algo inventado. Pero da igual, porque ese algo es la excusa, lo que es importante sin duda es el acto de contar. Algo, lo que sea. Tengo tanto que contarte.
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