“La gran apuesta” de Adam McKay, 2015



A partir de un voluminoso libro de gran éxito escrito por Michael Lewis “Big Short. Inside the Doomsday Machine”, el director de cine Adam McKay realiza esta película, de título original “The Big Short”, en español “La gran apuesta”, rodada en 2015. 

El sarcasmo, la ironía, la distancia inteligente son los aditivos principales de esta película que trata de un tema tan actual que nos resulta incomprensible que no nos hayamos enterado antes de nada. Y lo hace desde el punto de vista de unos tipos listos que estaban al loro de todo y que, gracias a su intuición, su falta de escrúpulos e incluso su atrevimiento, estaban en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Hablamos del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, en el año 2008, inicio de esa gran crisis económica mundial que todavía persiste. 

Habrá quien piense que una película tan densa de diálogos y con tanta carga de conceptos técnicos puede convertirse en algo plúmbeo o cansino. Nada más lejos de la realidad. No solamente el ritmo no decae, sino que la charla es ingeniosa, divertida, los actores se mueven con una pericia que se agradece y los personajes a los que encarnan son gente digna de figurar en los anales de la adivinación junto a otros brujos célebres. Inversionistas y hombres de negocios que advirtieron lo que iba a pasar y que se hicieron ricos al acertar en su predicción. 

Además, el director usa un sistema muy ingenioso para explicarnos los tecnicismos económicos: los cameos de personajes famosos que funcionan a modo de paréntesis. El de Sofía Vergara en la ruleta es genial. De otra forma nos resultaría difícil distinguir las operaciones entre corto o las operaciones a largo, y entre los CDO y los CDO sintéticos, por poner algunos ejemplos de términos con los que acabas familiarizándote. 

Es verdad que, ideológicamente, la película es algo tramposa. Porque el tema es muy delicado a pesar de la carga de supuesta ligereza formal que el director le imprime. Y el dilema moral se plantea porque el éxito de algunos es el fracaso y la ruina de otros muchos. Y ellos, los que triunfan, son conscientes de eso en un momento dado. Los héroes son villanos, gente que anticipó la crisis y que se aprovechó de ello.

Pero algunas frases sueltas al final y un tono ciertamente compungido en el relato, pretenden hacerse perdonar el regocijo que han mostrado todo el tiempo en torno a un hecho tan detestable como que, aprovechando que la especulación es la reina del mambo en la bolsa y adyacentes, ellos se van a hacer ricos a costa de que miles de personas pierdan sus hogares y sus empleos. Esto, dicho así, es el corolario que el director esgrime al final para que no pensemos que es un desalmado. 

Seguramente lo mejor de todo es el reparto. Christian Bale es Michael Burry, un doctor en medicina, inversionista mediano, síndrome de Asperger, con un ojo de cristal y visionario absoluto que se inspira tocando la batería y oyendo música a todo trapo: “Master of Puppets” de Metallica o “By Demons be driven” de Pantera. Ryan Gosling es Jared Vennet, un hombre de negocios avispado. Su físico aparece transformado a causa de un moldeador de pelo y un bronceado consistente estilo macarra del sur de Florida. Steve Carell es Mark Baum, el inversionista al que Vennet avisa de lo que está a punto de pasar. También tuvo que cambiar su físico y engordó considerablemente. Por su parte, Brad Pitt, que es, además, productor de la cinta, se colocó unas gafas de intelectual y una barba muy ochentera para interpretar a Ben Rickert, el único que siente una especie de remordimiento o de punzada moral por lo que está haciendo. Todos, basados en personajes reales. 

Es una película agridulce. Una reflexión ácida sobre la quiebra del sector inmobiliario norteamericano con toda la carga de problemas en cadena que originó. En medio de ese apocalipsis anunciado, unos visionarios contemplan lo que va a ocurrir y se las ingenian, con una gran audacia, para salvarse de la quema y ganar dinero. No es nada edificante, así que estos héroes son, en realidad, unos malos que nos caen simpáticos a fuerza de tratarlos y de oírlos comentar sus argucias. Los otros son peores, podemos decir, los grandes inversionistas y los banqueros, pero ellos no se quedan atrás. La culpa está repartida, la absolución está así asegurada. 

Las películas de tema económico son siempre complejas de entender en lo que se refiere al detalle de las transacciones o de los términos concretos, pero aquí el mensaje es nítido y el argumento fluye, incluso aunque no se distingan perfectamente los entresijos de la inversión y el ámbito hipotecario. El hecho de que el punto de vista que vemos sea el de un grupo heterogéneo de personas sin relevancia, distintas entre sí y con formas de actuar diferentes, le da un punto de novedad con respecto a otras películas que la han precedido en esta temática, como “Wall Street”, “Inside Job” o “Margin Call”. 


Sinopsis: 

Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos a partir de las hipotecas subprime, un grupo de inversionistas pequeños y un hombre de negocios, adivinan el pronto desenlace e intentan sacar tajada del mismo. Lo consiguen, desde luego. Y se hacen ricos. Nosotros somos todos un poco más pobres desde ese momento. 

Algunos detalles de interés: 

Adam McKay escribió el guión de la película a partir del libro de Michael Lewis, con el auxilio de Charles Randolp. La música es de Nicholas Britell. Se trata de una banda sonora que incluye momentos ásperos, con música trepidante. 

La fotografía es de Barry Ackroyd. La productora de la película pertenece, entre otros, a Brad Pitt. Se trata de Plan B Entertainment, que aquí se asoció con Regency Enterprises. 

Todos los actores principales intervienen en un registro que no es el usual. Se adaptan a los personajes reales a los que encarnan y consiguen que nos olvidemos de quiénes son, para ver a quiénes representan. Muy destacable, por tanto, el casting, la dirección de actores y las labores de maquillaje y de vestuario. 


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