Ir al contenido principal

De la urgente soledad


The Long Leg, 1930. Galería de la Biblioteca Huntington, California

La sencilla verticalidad del edificio se rompe con las velas que, casi a la deriva, se arquean incomprensiblemente. El cielo despejado no puede competir con los azules del océano y la tierra se remueve como si un viento desconocido tuviera que impulsarla sin remedio. Esta es la naturaleza de Hopper y esta la forma en la que concibe la inmensidad del mar, sin habitantes, sin ruidos, sin prisas. Nadie sabe qué ojos humanos contemplan el paisaje. Nadie conoce qué ocurre en esa construcción blanca con tejado a dos aguas, o quién está dirigiendo el barco hacia ninguna parte. La ausencia de la figura humana llama la atención tantas veces en la obra de Hopper que termina siendo un aviso y una presencia imposible de olvidar. 


Light at Two Lights, 1927. Museo Whitney de Arte Estadounidense, New York

Los faros son esos edificios solitarios que ves a lo lejos pero que nunca cruzas, que no conoces por dentro. Sus figuras se elevan en el horizonte y las luces se mueven sigilosas al caer la noche. La oscuridad es el santo y seña de los faros. Y por eso, quizá, los escoge Hopper como símbolo de una arquitectura de la soledad. No hay nadie que espere en la puerta esquinada de un faro, nadie cierra las ventanas, ni anima los balcones. Los fareros son gente silenciosa. El silencio siempre acompaña las horas y los días. La casa tiene la fachada en la sombra, una extraña sombra que no casa con la claridad del momento. La naturaleza se ve interrumpida por un inopinado poste eléctrico que implica amenaza. La pendiente se desliza y el verde Hopper, tan reconocible, termina por cuadrar la imagen. 


 Room in New York, 1932. Sheldon Museum of Art, Lincoln (Nebraska)

Pocos pintores representaron mejor la incomunicación de las parejas. Lo hizo en este sencillo lienzo, en el que la pareja comparte habitación pero no se cruzan las miradas, no se tocan, no se hablan, no interactúan. La ventana abierta nos deja ver el interior y la habitación tiene un aire claustrofóbico, con poco espacio físico, muebles que se tocan unos a otros y una puerta cerrada al fondo. El vestido rojo de la mujer, el rojo de la lámpara y el rojo del sofá, son los puntos de color en un conjunto en el que domina el negro. Y las paredes aparecen revestidas de un extraño color verde que da una sensación de frialdad que se añade a la composición. Los verdes de Hopper son especiales. También las posturas de los seres humanos que figuran en sus cuadros. El hombre se inclina sobre el periódico y está absorto en su lectura. Un rayo de luz aclara su camisa y oculta la expresión de sus ojos. En cuanto a la mujer, el cuerpo parece forzado y uno de sus dedos se posa sobre el piano, como si la música fuera una salida. Quizá lo es. Los cuadros de Hopper nos permiten contar historias que no son verdad o sí. 


Gas, 1940. MOMA, Nueva York. 

Las carreteras secundarias de la América profunda son también protagonistas de la obra de Hopper. En esta, una masa boscosa, tupida, impenetrable, bordea el camino y oscurece el paisaje, a pesar de que el cielo es azul y debe ser de día. La gasolinera es el punto de luz que ofrece sus servicios a pie de carretera. Las máquinas se yerguen como estructuras modernas en un paisaje angosto y antiguo. El trabajador manipula la máquina, pero es una figura solitaria, al margen, silenciosa y cuyo rostro se oculta. Cualquier asesino en serie podría usar la maleza que se adivina para dejar a sus víctimas. En un momento dado, un coche de policía podría acercarse a la edificación para hacer la pregunta crucial. El pequeño edificio tiene luz interior, eso convierte su blancura en un punto de apoyo visual que contrasta con el rojo y con la oscuridad del bosque. El bosque es peligroso. Así lo denota el uso del color que hace Hopper. Un misterio se oculta. 


Chop Suey, 1929

En uno de los años más difíciles para la vida americana, en el inicio de la Gran Depresión, este cuadro representa el encuentro de dos amigas que toman algo (no sabemos qué, porque una de ellas está de espalda y la otra tiene delante un extraño cuenco verde) y se intercambian confidencias. Sin embargo, no hay movilidad en los rostros ni hay gesto. Da la sensación de que son dos soledades juntas, dos soledades que se suman la una a la otra. Lo que no quiere decir que no sean grandes amigas. Al contrario, solo con alguien que de verdad te entiende y te conoce puedes compartir el silencio frente a frente. Los colores son tan extraños como siempre, tan poco convencionales. Los exteriores, aparte del neón que se ve tras la ventana, son indefinidos, incomprensibles, inexplicables. Es como si la cafetería estuviera en ninguna parte. Ellas también parecen estar en ninguna parte. Una conversación inexistente. Palabras que no se manifiestan, que no se expresan. Los cuerpos en tensión y los ojos fijos. 


Two on the Aisle, 1927. Museo de Arte de Toledo, USA

Este es un cuadro verdaderamente curioso. No solo por la extraña composición, sesgada, un escorzo horizontal que solo deja ver una parte del teatro, sino por los personajes que habitan en él. Una pareja acaba de llegar y está sentándose. Ella deja su abrigo verde sobre el respaldo y él está quitándose el abrigo. No se miran, no se hablan, en la línea de todas las parejas de Hopper. Y, en el palco que está en primera fila, una mujer vestida de rojo, con un abrigo azul tornasolado colocado detrás del asiento, lee lo que debe ser, sin duda, el programa. O han llegado tan temprano que nadie más existe o es la representación teatral más minoritaria del mundo. Dos manchas rojas, además del vestido, aparecen, en la línea de Hopper: el suelo y las colgaduras del palco. El uso del color es una de las formas que tiene el pintor de expresar lo que siente a través de la pintura. Los verdes oscuros, los negros oscuros y las pinceladas blancas y el rojo. Un manifiesto. 


Automat. 1927. Des Moines Art Center, Iowa, USA

Un autómata es un ser sin alma, sin convicciones, sin sentimientos. Así que esta mujer que, vestida verde y con sombrero amarillo, levanta con cuidado la taza de café, es una especie de zombie que contrasta con las luces exteriores, enormes luces que pueden verse a través de un extraño ventanal que muestra la noche. La soledad es el santo y seña del cuadro y, en realidad, de toda la obra de Hopper. La soledad, la incomunicación, la imposibilidad del entendimiento humano, todo ello es el núcleo central de esta pintura. La mesa tiene una cubierta blanca inmaculada y el amarillo se encuentra en los detalles. El sombrero, el radiador, el zócalo de la pared, una silla. El negro es el complemento exacto y el aviso de que el exterior es peligroso. La indecisión está en las manos tanto como en la posición de las piernas. No sabemos qué piensa. 


Rooms by the Sea, 1951

Nada puede haber más triste que unas habitaciones vacías, junto a un hermoso mar, con sus olas azules y ondulantes, con el sol que cruza las puertas (¿o son las ventanas?), para dorarlas con sus rayos. Es aquí donde la soledad se manifiesta en toda su crudeza porque contrasta con la felicidad que el verano, la costa y el sol proporcionan a la vida, a la gente. Esto es Hopper, un contraste brutal entre lo que deseamos y lo que tenemos. La contradicción de la vida moderna que el arte siempre anuncia y recoge. No puedes imaginarte unas vacaciones orientadas al vacío. Eso es lo que supone este cuadro. El vacío de las puertas abiertas a la nada. La casa sobre el agua, cayendo sobre un océano angosto y peligroso. El azul del suelo y del cielo pueden engañarte. La sombra genera arquitectura en las paredes móviles, que parecen tener la misma vida que la puerta. Esto es lo que no podemos entender aunque lo intuimos. 

Edward Hopper. 1882-1967. Es el retratista de la soledad contemporánea. Fue también un importante ilustrador. Su realismo está matizado por un uso arbitrario y simbólico del color y por una arquitectura potente que ayuda a la comprensión de lo que nos cuenta el cuadro. Sus obras son relatos en sí mismas, historias que narran algo, y que presentan paisajes desolados, océanos sin esperanza y personas que están incomunicadas entre sí. Su interpretación psicológica ha sido destacada y aparece en su obra como una forma de introspección a la que ayuda la pintura. 

Comentarios

Decoandlemon ha dicho que…
Unos cuadros fantásticos. Decorar tu hogar con cuadros es de buen gusto, siempre y cuando aciertes con el tipo de cuadro y sus colores. Existen tantas temáticas como granos de arena en la playa. Necesitarás consejos para conseguir un buen resultado.

Entradas populares de este blog

39 páginas

  Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

La primera vez que fui feliz

  Hay fotos que te recuerdan un tiempo feliz, que abren la puerta de la nostalgia y de la dicha, que se expanden como si fueran suaves telas que abrazaran tu cuerpo. Esta es una de ellas. Podría detallar exactamente el momento en que la tomé, la compañía, la hora de la tarde, la ciudad, el sitio. Lo podría situar todo en el universo y no me equivocaría. De ese viaje recuerdo también la almohada del hotel. Nunca duermo bien fuera de mi casa y echo de menos mi almohada como si se tratara de una persona. Pero en esta ocasión, sin elegir siquiera, la almohada era perfecta, era suave, era grande, tenía el punto exacto de blandura y de firmeza. Y me hizo dormir. Por primera vez en muchas noches dormí toda la noche sin pesadillas ni sobresaltos. La almohada ayudó y ayudó el aire de serenidad que lo impregnaba todo. Ayudaron las risas, el buen rollo, la ciudad, el aire, la compañía, el momento. No hay olvido. No hay olvido para todo esto, que se coloca bien ensamblado en ese lugar del cerebro

Siete libros para cruzar la primavera

  He aquí una muestra de siete libros, siete, que pueden convertir cualquier primavera en un paraíso de letra impresa. Siete editoriales independientes de las que a mí me gustan, buenos traductores, editores con un ojo estupendo.  Aquí están Siruela, Impedimenta, Libros del Asteroide, Hermida, Hoja de Lata, Errata Naturae, Periférica. Siete editoriales en las que he encontrado muchos libros bonitos, muchas buenas lecturas. En Errata Naturae los de Edna O'Brien con su traductora Regina López Muñoz, que está también por aquí. De Impedimenta mi querida Stella Gibbons y mi querida Penelope Fitzgerald entre otras escritoras que eran desconocidas para mí. Ah, y Edith Wharton, eterna. Los Asteroides traen a Seicho Matsumoto y eso ya me hace estar en deuda con ellos. Y los clásicos en Hermida. Y Josephine Tey completa en Hoja de Lata. Y Walter Benjamin en Periférica. Siruela es la editorial de las grandes sorpresas. 

Elegantes

  He encontrado esta foto en una red social. Me ha hecho pensar, recordar, escribir. Aparentemente solo son personas que están tomando algo en una calle de Londres, en una terraza de mesas verdes y sillas que parecen bastante incómodas. Aquí en primer plano un señor mayor. En segunda fila una pareja que está comiendo algo. Más allá otro señor. El señor mayor tiene un libro en la mano, está leyendo. En la silla de al lado hay más libros y lo que parece ser otra bolsa también llena de libros. No hay nada en la mesa, acaba de llegar o no ha pedido nada. Está absorto en la lectura. Lleva gafas de montura negra. Está concentrado absolutamente en lo que lee. La distancia nos impide ver de qué libro se trata.  El hombre mayor va muy bien vestido. Pantalón gris de raya bien planchada, una camisa clara, una chaqueta azul. Lleva calcetines azules y unos mocasines negros bien limpios. Es un hombre elegante y su elegancia no es afectada, no es cursi, no es presuntuosa, sino natural. Es elegante la

Curso de verano

  /Campus de Northwestern University/ Hay días que amanecen con el destino de hacer historia en ti. No los olvidarás por mucho tiempo que transcurra y esbozarás una sonrisa al recordarlos: son esos días que marcan el reloj con un emoticono de felicidad, con una aureola de sorpresa. He vivido mil historias en los cursos de verano. Durante algunos años era una cita obligada con los libros, la historia o el arte, y, desde luego, de todos ellos surgía algo que contar, gente de la que hablar y escenas que recordar. El ambiente parece que crea una especialísima forma de relación entre los profesores y los estudiantes, de manera que no hay quien se resista al sortilegio de una noche de verano leyendo a Shakespeare en una cama desconocida. Aquel era un curso de verano largo, con un tema que a unos apasionaba y a otros aburría, en una suerte de dualidad inconexa. Sin embargo, el plantel de profesores no estaba mal. Había alguna moderna con ínfulas, que este es un género repetido, y también uno

Slim Aarons: la vida no es siempre una piscina

  El modelo de la vida feliz en los cincuenta y sesenta del siglo pasado bien podría ser una lujosa mansión con una maravillosa piscina de agua azul. En sus orillas, hombres y mujeres vestidos elegantemente, con colores alegres y facciones hermosas, charlan, ríen y toman una copa con aire sugestivo. Esto, después del horror de las dos guerras mundiales, bien valía la pena de ser fotografiado. Así lo hizo el fotógrafo Slim Aarons (1916-2006) un testigo directo y también un protagonista entusiasta, del modo de vida de las décadas centrales del siglo XX, en el que había una acuciante necesidad de pasar página, algo que ni la guerra fría consiguió enturbiar. Como si estuviera permanentemente rodando una película y un carismático Cary Grant fuera a aparecer para ennoblecer el ambiente.  Slim nació en una familia judía de Nueva York y tuvo una infancia desastrosa. No había felicidad sino desgracias y eso se le quedó muy grabado. Luego estuvo en la segunda guerra mundial y allí cubrió momento