La última aventura de Addie Rose
Estás con tus amigas. Las más íntimas. Mujeres como tú, que han recorrido el tiempo del lazo del encuentro, las confidencias, las tardes en otoño, las compras y las risas. Estáis todas y allí, sin avisar, inopinadamente, llega una voz que dice, a través del whatsapp o de la tablet, que una infidelidad se está cociendo. Que uno de vuestros hombres os ha engañado y se ha liado con otra. Así de fácil. Esa es la excusa para que el talento convierta un episodio de cuernos cotidianos en una obra maestra. Si no está Mankiewicz la cosa quedará en un cabreo, quien sabe si en divorcio, pero, si él aparece, si toma lápiz y papel y luego enfoca, entonces surgirá, de esa manera, su “Carta a tres esposas”.
Addie Rose ha faltado a la cita. En esta pequeña ciudad provinciana hay pocos motivos para festejar casi nada. Por eso extraña tanto esa ausencia. Addie Rose es, como Rebecca, una presencia ausente. No la veremos, pero estamos seguros de que aparecerá en cualquier esquina, tal es la sensación de cercanía que ella desprende. Addie Rose ha faltado a la cita y, en su lugar, ha llegado una carta. Adiós les dice, no me he marchado sola. Hoy, una de vosotras, ha perdido al marido. Adivinadlo.
La voz en off nos ayuda a recorrer el camino que va desde la duda hasta la certidumbre. Enmedio, las historias, tres, que se entrelazan, a veces se confunden, otras se pierden. La joven humilde que apenas sabe llevar un vestido. La joven de belleza arrebatada que se casa por interés. La mujer segura de sí misma que está a punto de ahogar a su marido con su talento. Tres mujeres y al fondo, la cuarta, la ausente, la inocente, pérfida, hermosa, ocurrente, detallista, Addie Rose.
El flashback presenta las historias. Vuelve la vista atrás muy sutilmente. No hace falta insistir en lo obvio pero sí presentar algunas pinceladas para que juzguemos y decidamos, antes de saber el desenlace, qué marido ha optado por marcharse y seguir el rastro incierto de Addie Rose. Que marido ha dejado la tranquilidad oscura y, olvidando el american way life, se lanza a la ventura, a la aventura.
Rita, Lora May y Debbie vuelven la vista atrás. Volver la vista atrás es peligroso. Puedes encontrarte con cosas que no te gustan. Puedes verte a ti misma como eres, es decir, con todas las virtudes que quisiste agrandar y todos los defectos que debiste ocultar. En ese baile de sinceridades pretéritas, ellos, los maridos, aparecen como figurantes necesarios, sin que se sepa muy bien qué piensan, ni por qué actúan así. Misterios del mundo masculino que a Mankiewicz no parecen interesarle, si es que existen.
Algunas escenas acentúan las paradojas. La cena con los mecenas de la radio, por ejemplo, llena de humor y de guiños a esa extraña nueva moda de la publicidad. O la del primer baile de Debbie, con ese vestido que tiene un agujero y que oculta, con poca maña y un alfiler de gran tamaño, una flor desvaída. O ese barco que se aleja al inicio y que deja atrás, en un encuentro de miradas, la cabina telefónica a la que ellas giran sus ojos. ¿Quién habrá sido? ¿Quién se ha marchado?
En la película, el director nos da varias lecciones. A nosotros y al cine posterior. Lección de cómo usar la voz en off, sin que suponga distracción sino complemento. Lección de cómo usar el flashback, sin que parezca arbitrario y redundante. Lección de fotografiar en blanco y negro sin dureza, sino con poesía. Lección de cómo escribir diálogos que llenen la pantalla y la conviertan en ingeniosa pugna, no exenta de ternura. Lecciones maestras y la gran lección final. Contar una historia en la que el desenlace es lo de menos, porque, fuera cual fuera, la historia seguiría siendo la misma.
Una buena fiesta de primavera en el Country Club, charlando con amigos, vistiendo un hermoso vestido y siendo admirada por todos, bien puede valer un matrimonio hueco, un matrimonio triste o un matrimonio lleno de recelos. Quién puede perdonar, por eso, a Addie Rose, su atrevimiento de romper, con una carta absurda, esa felicidad bien entendida que todos quieren conservar guardada en hielo.
Sinopsis:
Debbie, Rita y Lora Mae esperan a su amiga Addie Rose para participar en una actividad benéfica en la ciudad de provincias en la que todas viven. Pero Addie Rose no se presentará. En su lugar, llegará una carta de despedida: Addie se ha marchado pero no va sola. Uno de los maridos de sus tres amigas se ha ido con ella. ¿Quién será el hombre que ha puesto fin a su apacible vida y se enrolado en esta aventura de final incierto?
Algunos detalles de interés:
“Carta a tres esposas” se estrenó en 1949. La versión española conservó su título original “A letter to three wives” . El guión fue escrito por Joseph L. Mankiewicz (su director) y Vera Caspary, sobre un relato original de John Klempner. La música es de Alfred Newman y la magnífica fotografía en blanco y negro es obra de Arthur Miller.
Los principales intérpretes plasmaron de forma eficaz y memorable el espíritu del guión: Kirk Douglas, Ann Southern, Linda Darnell, Paul Douglas, Jeffrey Lynn, Jeanne Crain, Florence Bates, Thelma Ritter y Celeste Holm. La película recibió dos Óscar de la Academia: al mejor director y al mejor guión.
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