Ir al contenido principal

Pescar es fácil...si sabes cómo


“Su juego favorito”, de título original “Man`s favorite sport?”, que se estrenó en 1964, es considerada por parte de cierta crítica cinematográfica como una obra menor de Howard Hawks. Aparte de que cualquier obra menor de Hawks puede ser mayor que cualquier obra mayor de otro director (y esto no es, desde luego, la parte contratante de la primera parte), tengo que discrepar de esa clasificación. En todo caso, una obra menor que hace felices a tantas personas se hace mayor solamente por eso. 
En alguna ocasión la he situado entre mis películas preferidas y así es. Pero, además, considero que es una excelente comedia, con todos los ingredientes para que nos atrape y nos pasee, durante ciento veinte minutos, por los paraísos que abre la fábrica de las ilusiones. Una comedia basada en el “nada es lo que parece“ y que podría servirnos hoy para pensar en tanto “experto“ sin conocimiento como circula por nuestras vidas. Un gurú del arte de la pesca que no sabe pescar. Un paso más allá del consabido embuste que siempre se atribuye a los aficionados a la pesca. 
La primera escena, larga, es antológica. Ese aparcamiento indebido de Abi y los apuros que pasa Robert para indicarle que el sitio es suyo, y el coche amarillo tan pequeño, y el guardia con sorna y una multa, y la cabeza dentro del coche, y el lío de los carnets de conducir…puro Hawks se mire por donde se mire. 
Luego están los modales de la chica, que, decidida a salirse con la suya, encadena tormentosamente una relación con Robert más bien de odio que de amor…hasta que llega la caballería y todo se funde en negro. Inenarrable. Porque Abigail sabe que, desde que el mundo es mundo, las mujeres no tenemos otra que dar un paso adelante si un tipo te gusta. Esperar no se ha hecho para nosotras. Abigail y su amiga son chicas sin complejos, con total desparpajo, sin sumisiones ni querer quedar bien,  seguras de sí mismas y con unas intenciones clarísimas que no se detienen ni al saber que el chico está prometido. Y ustedes ya me entienden…Ninguna chica con otra mentalidad preguntaría al protagonista masculino, de noche y en pijama de pantalón corto, con ojos soñadores y ávida mirada, si es verdad que él la encuentra “extrañamente atractiva“. 
La película no tiene solamente dos maravillosos protagonistas, Rock Hudson (de quien me declaro abierta admiradora) y Paula Prentiss, ambos vestidos por Edith Head como solo ella sabía hacerlo, con esos vestidos de chaqueta de tonos tierra, los pañuelos al cuello y las perfectas faldas ajustadas a la cintura y los abrigos de ensueño, sino también un buen puñado de secundarios que bordan su actuación y que constituyen el telón de fondo necesario para que brille y transcurra como la seda…en medio de tantas dificultades que parece imposible llegar vivos al final. El jefe, los pescadores, el guardia, la amiga, la prometida, el piel roja…los barbos, truchas, salmones y demás fauna laguística…todos se confabulan contra nosotros para hacernos reír, reír y sonreír. 
Desde la plácida oficina en San Francisco, con esa delirante escena de la barra móvil en el último piso de un edificio, hasta la supuesta tranquilidad del lago Wakapossee, todo es una delicia, un trabajo bien hecho, una muestra inequívoca de talento, al que la música del gran Henry Mancini da el necesario toque rosa, sin pantera desde luego. 

El final de la película bien pudo inspirar a Woody Allen en su preciosa “La rosa púrpura del Cairo“ con esos personajes de otro film, clásico y en blanco y negro, que hablan entre si precisamente sobre el desenlace, a modo de “cine dentro del cine“ y, por supuesto, con la carga de la brigada ligera que la chica percibe cuando la besa Robert, todo ello en medio de un diluvio y sobre una balsa que recorre sin rumbo el lago de los peces y las cañas de pescar. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban