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En Santa Rosa nunca pasa nada


Es la indecisa hora del anochecer en el tranquilo pueblo de Santa Rosa, en un lugar de California. Charlie, una chica guapa y dulce, sale de su casa corriendo y, sin mirar, cruza la calle antes de que el guardia le permita el paso. El guardia se enfada, desde luego, y Charlie tiene que esperar pacientemente a que la autoridad, después de recriminarle su gesto, la deje, por fin, continuar su camino. Todos los corazones laten al unísono. No se sabe si llegará a tiempo. Charlie no acude presurosa a una cita de amor, ni a un encuentro con amigas, no va de compras, ni al cine…Charlie sale de su casa y emprende una veloz carrera para acceder a la biblioteca pública. Porque Santa Rosa tiene biblioteca pública y, dentro de ella, una hemeroteca que Charlie quiere consultar a toda costa. 

Esa biblioteca a punto de cerrar es el lugar en el que Charlie culminará el círculo de la duda. El sitio en el que perderá su inocencia. El motivo por el que, nunca, nunca, volverá a ser la misma ni a sentir igual. Charlie dejará de ser una muchacha alegre, risueña y soñadora en el momento en que, hojeando uno de aquellos periódicos, hallará la noticia que confirmará sus dudas. Dudas que se han iniciado poco a poco, con pequeños detalles que, unidos, forman un curioso caleidoscopio de indicios, de sospechas. 

La duda es el eje central de esta película, cuyo título es traducción exacta del original. “Shadow of a doubt“ es “La sombra de una duda“ y en esa película está la biblioteca en la que Charlie repasa nerviosa un periódico en esa noche cálida de cualquier día de verano en el tranquilo pueblo de Santa Rosa, un pueblo californiano en el que nunca pasa nada. 

Pero Charlie es, también, el tío de la chica. Charlie and Charlie. Charlie, el tío, es un tipo elegante, sofisticado, inteligente y culto. Un tipo que gusta a las mujeres, que las atrae, quizá fatalmente. Para la sobrina es algo más que un pariente, es un icono, un dios. Y ese dios tiene los pies tan de barro que simplemente una página de un periódico hará caer al suelo su estatua. La chica es Teresa Wrigth y el tío es Joseph Cotten, que aquí no es un tipo bueno, amable y astuto como en “Luz que agoniza“ cuando acude solícito a ayudar a una pobre Ingrid Bergman, a punto de enloquecer en manos de ese Charles Boyer de aire siniestro. No. Aquí no es un policía escrupuloso sino un calculador, despiadado y frío personaje.


Dicen que, para su director, Alfred Hitchcock, esta película de 1943 era su favorita. Una de las razones que se aducen para ello, a posteriori, es que el guionista era uno de sus escritores admirados, Thorton Wilder, quien, sin embargo, se alistó en el ejército en un momento dado y dejó el guión sin terminar. Fueron Alma Reville, la esposa del director y Sally Benson, las encargadas de finalizarlo. Alma Reville, la mujer en la sombra, quizá más poderosa de lo que puede pensarse teniendo en cuenta cómo transcurrió la biografía del genio. 

Pero, conociendo como conocemos a Hitchcock, sabiendo sus gustos, no solamente en relación con esas lánguidas rubias por las que sentía pasión, podemos suponer que esa dualidad entre el bien y el mal que en la película representan dos personas con el mismo nombre, tío y sobrina, es uno de esos temas psicológicos que a él le interesaban sobremanera. Probablemente sea el tema estrella de su obra, la manera en la que el bien y el mal se entrecruzan y se unen de las formas más diversas. Los paralelismos entre Charlie y Charlie terminan cuando se manifiesta el alma criminal de uno de ellos, pero, hasta entonces, como si fueran gotas de agua que se van fundiendo con el calor del sol, las imágenes, las sonrisas, los gustos, la vida, parecen unirlos irremediablemente. 

El bien y el mal no solamente surgen aquí en estas personas de carne y hueso. Otras imágenes dan cuenta de esa presencia dual desde el principio y hasta el final, por ejemplo, en la densa humareda negra que acoge el tren en el que llega el tío. Por ejemplo, con esa claridad final que lo despide, también en la estación. Las estaciones, lugares de paso en los que puede ocurrir de todo, incluso en Santa Rosa, el pueblo en el que nunca pasa nada. 

Como en las novelas de Agatha Christie, la cuestión reside en que el mal no vive en un sofisticado balneario, ni en un antro de los bajos fondos, ni en el piso 130 de un rascacielos lleno de oscuridad, sino en un pequeño, tranquilo, encantador pueblo, en el que sus habitantes, todos buenas personas, buena gente, gente sin aristas, gente sin disfraz, juegan, precisamente, a cometer el crimen perfecto. Pero el crimen no es un juego. Y el crimen perfecto no existe, como pudo comprobar, de nuevo, Charles Boyer, ese tenista jubilado que no pretendía de Grace Kelly su belleza sino su dinero. Porque, conviviendo en ese paraíso de familia de clase media, en una casa con jardín y vecinos agradables, un verdadero asesino, un psicópata quizá, alguien que no respeta la vida humana, aparece y los atrae como si fueran mariposas estrellándose contra un cristal. Y, entonces, la duda, la duda… como una nube negra y espesa que encoge el corazón y borra los afectos…

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Sinopsis
Una familia de Santa Rosa, en California, formada por el matrimonio y tres hijos, recibe un día la visita del hermano de la esposa, el tío Charlie, que viene desde Filadelfia. La sobrina mayor, llamada también Charlie, que adora a su tío, comenzará a sospechar que este es un asesino en serie de viudas que la policía viene persiguiendo desde hace tiempo. 

Algunos detalles de interés 
La historia original era de Gordon McDonell. La fotografía, magnífica, es de Joseph Valentine, el montaje, que aquí tiene importancia capital, es de Milton Carruth y la partitura musical de Dimitri Tiomkin que enlaza en momentos con el “Vals de la viuda alegre“ introduciendo un elemento de tensión psicológica constante al recordar los crímenes del supuesto asesino. Los principales intérpretes son Teresa Wright como la sobrina Charlie, Joseph Cotten como el tío Charlie, Macdonald Carey como el detective Jack Graham, Henry Travers como Joseph Newton, Patricia Collinge como Emma Newton y Hume Cronyn como Herbi Hawkins. El detective Graham y su relación sentimental con Charlie, la sobrina, serán los elementos que removerán el edificio de silencio que existe en torno al tío. Por su parte, la figura de Herbi, que juega con Henry a imaginar un crimen perfecto, crea el contrapunto humorístico de la historia. 

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