De azules



(Pintura de Dorothy Johnston)

Amanece azul-prusia y las horas prosiguen azul-verde, color de mar y de brisa que vuela el río, canal arriba, esclusa, azul-cobalto, en tránsito de puentes en que es posible verte a cada instante.

Los azules pasaron tan deprisa que no fueron minutos sino estrellas. Azul-noche, brillante terciopelo. Se abrió un paisaje nunca antes conocido, escrito en un cuaderno agotado, sin rayas ni cuadros ni dibujos, un cuaderno vacío, escasamente lleno de ocultas iniciales. Azul-cielo.

Brillas con el azul, pensé cuando llegabas, con ese paso rápido, nervioso y sin respuestas. Brillas con el azul y me asusta mirarte, perdido en una llama que apagarse no puede. Brillas con el azul y mi corazón tiembla, y con tu cercanía se derrotan mis pulsos, me vence para siempre tu feroz resistencia. 

Eres azul, pensé y te miré en silencio, blindado en un espacio sideral y distante. Una estrella fugaz que surca el mediodía, incomprensible estatua de sal reconvertida, así, en lo azul, todo el momento exacto.

No quiero que estés cerca, tan azul y tan tierno, sin poder evitarlo, sin tiempo, sin excusa. Yo, a lo lejos, sin sonrisas ni palabras buscadas, sola con mi certeza inevitable y blanca. Tú, azul, todo completo, viviendo en otros mundos más allá de esa hora, sobrevolando mares que nunca tan  azules en ti se perecieron.

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