Ir al contenido principal

"Con el traje de los domingos" de Bernice Rubens

La cuestión está en que no puedo contaros demasiado de este libro porque, casi todo lo que cuente puede convertirse en spoiler. Y, creedme, aquí el spoiler es el fin de la historia. Eso sí, sabemos algunas cosas de George Verrey Smith, el protagonista, pero solo porque él nos las cuenta desde el principio. También sabemos que va a jugar con nosotros, que durante toda la narración va a convertirse en nuestro guía a través de su vida, que es, en realidad, su historia. 

Luego está Joy Verrey Smith, su esposa, con la que lleva casado diecisiete años. Ninguna esposa de las que conozco viviría un matrimonio como el de Joy y George Verrey Smith. Quizá ocurra lo mismo con vosotros. Tampoco conocéis un matrimonio similar. Sin embargo, ellos llevan mucho tiempo y no descartéis que puedan seguir juntos, aunque eso volvería a ser spoiler. 

El trabajo de George Verrey Smith (repito mucho su nombre porque él lo hace así y porque su nombre tiene un enorme significado en la historia) es muy sencillo, según se mire. Es maestro en un colegio privado, cuyo director es un pastor con muy mal carácter, pagado de sí mismo, que quiere controlar a todo y a todos. Pero no podrá. No le será posible adentrarse en la historia de Verrey Smith, maestro, ni tampoco en la historia del matrimonio. Sin que esto suponga contaros demasiado del argumento hay que decir que en el libro hay un par de muertes y hay también cosas poco correctas desde el punto de vista de la moral y, asimismo, muchos cambios de ropa, aunque eso ya lo dice el título. Realmente empiezas a leerlo, y esta es su principal virtud, y no sospechas ni por asomo que la cosa vaya a ir por los terrenos que luego pisas. Pero eso sí, empiezas a leerlo y ya no podrás dejar de hacerlo hasta el final. Esta es la segunda gran virtud del libro, la adicción a la historia de George, a qué hace y por qué lo hace George, a cómo influyen las cosas que hace en la vida de los otros y a sus soliloquios, esa forma de narrar las cosas con la que George nos hace partícipes de lo que cuenta. 

Porque, según está contado, los lectores somos los cómplices de George, en su vida y en la vida de la señorita Emily Price, o señora mejor dicho, porque es viuda y las viudas son señoras. Incluso hay un personaje que no aparece pero que está por aquí porque George quiere que aparezca continuamente para crearnos cierta confusión. Ese es su padre. Bueno, también aparece su madre pero más que nada por carta. Y algunos chicos del colegio que no son demasiado edificantes en su comportamiento. Y Parsons. No os diré nada de Parsons ahora pero es el que lo lía todo. 

No importa que no conozcas a Bernice Rubens, yo tampoco la conocía hasta ahora. No importa que este libro no sea un best-seller de esos que ves en las listas de ventas o amontonados en las entradas de las librerías (dicho sea de paso, esos libros amontonados tienes que comprarlos, más que nada, cuando no sabes nada de libros). No importa que tengas escasas referencias. Créeme, lee este libro. Vas a descubrir a una escritora que te dejará atónito. O atónita. Alguien de quien no puedo imaginar cómo logró poner en pie una historia cómo está que parece ser de costureras y termina siendo un thriller en toda regla. No me extraña que hayan hecho una película de otro de sus libros. Este libro debería ser una película y me imagino a Matt Damon de protagonista. Aunque quizá tenga la barba demasiado cerrada. Entonces, mejor Ewan McGregor, sí, eso es. 

Con el traje de los domingos
Editorial: Alba
Colección: Rara avis   
Número colección: 35 
Traducción: Íñigo F. Lomana 
Encuadernación: Rústica
ISBN: 97884-90653456 
Páginas: 192

Reseña de la autora (editorial Alba):
Bernice Rubens nació en Cardiff (Gales) en 1923, en una familia de inmigrantes judíos de origen lituano y alemán. Mientras sus tres hermanos se dedicaban a la música, ella se licenció en letras por la Universidad de Cardiff y en 1950 empezó su vida profesional. Trabajó cinco años como profesora en una escuela de Birmingham y luego inició una corta carrera como directora de documentales cinematográficos. En 1947 contrajo matrimonio con el comerciante de vinos y novelista Rudi Nassauer, que, veintitrés años más tarde, la abandonaría por otra mujer. Rubens publicó su primera novela, Set on Edge, en 1960. La segunda, Madame Sousatzka (1962) sería llevada al cine en 1988 por John Schlesinger, con Shirley MacLaine. En 1970 se convertiría en la primera mujer ganadora del Man Booker Prize con The Elected Member. Fue finalista del mismo premio en 1978 con A Five Year Sentence. Su última novela, The Sergeant’s Tale, se publicó en 2003, un año antes de su muerte en Londres.

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la