"Yo también soy una chica lista" de Lucía Lijtmaer
En realidad siempre me ha pesado el arquetipo de feminista igual a fea. Feminista igual a desesperada. Feminista igual a loca. Lo reconozco. A estas alturas no sé qué es el feminismo, no le he dedicado tiempo y me he desenvuelto en un mundo de hombres (de eso sí soy consciente) como buenamente he podido. Ahora pienso si no me equivoqué, si no me ha faltado algo de instrucción.
Los libros de autoayuda se parecen entre sí como una gota de agua a otra. Como una gota de agua mineral a otra. Son frases que nunca podríamos negar, obviedades que todos sabemos que rara vez se cumplen. Nos convierten en héroes de nuestra propia historia y la historia en general nos dice que, en el concierto de la vida, hay protagonistas y actores secundarios. Ser secundario no gusta a nadie. Pero es la verdad y hay que aceptarlo o, quizá, convertir en estelar ese pequeño papel que te ha tocado. Al fin y al cabo, es pequeño pero es tuyo. Y es el que tienes.
Lucía Lijtmaer parte de los supuestos del feminismo para dar un golpe en la mesa, de igual forma que las mujeres se dan un Golpe en la Cabeza el día que descubren que las cosas no son iguales para los hombres que para ellas. O para nosotras, si quiero ser exacta. El que yo no haya encontrado trabas en mi vida profesional no significa que, en lo personal, no sea consciente de techos, cristales, charcos y otros inconvenientes. Y tampoco significa que no sea solidaria con otras mujeres que sí tropiezan a menudo. La solidaridad es el elemento que cierra el libro con un toque de esperanza. Las cosas van mal, viene a decir, pero si nos fijamos bien en lo que ocurre, hallaremos una fuente fértil de aprendizaje y de superación. Y esa fuente no es otra que nosotras mismas, no solas, no individuales (o también) pero sí (también) en grupo. En lugar de la archisabida competencia entre mujeres lo suyo es hacer piña, es entender que echarnos piedras unas a otras es derribarnos en modo meteórico.
El libro se escribe con humor porque, como hoy mismo hablaba yo con mis colegas en el desayuno (fértil desayuno al aire libre en mañana de airecillo prometedor) no se puede hablar en serio de cosas que llegan a ser tan dolorosas. Por ejemplo, la rendición ante la necesidad de mantener la belleza a pesar del paso de los años. Por ejemplo, la invisibilidad de la mediana edad en adelante. Por ejemplo, el amor grotesco, gruñón y fuera de servicio de algunas mujeres por hombres que están ausentes de todo sentimiento. Por ejemplo, las luchas por sobrevivir en el áspero mundo laboral. Por ejemplo, la servidumbre a modas y a esta suerte de esclavitud que nos quiere convertir a todas en "chicas" cuando somos mujeres.
Algunas recetas: hablar y contarlo todo; no sucumbir al desafío de la mujer callada; huir del sufrimiento estéril; dejar de sentir que la perfección es algo obligado para nosotras; protestar, luchar, seguir, vivir, con y para nosotras mismas.
Yo también soy una chica lista. Lucía Lijtmaer. Editorial Destino. 2017
Los libros de autoayuda se parecen entre sí como una gota de agua a otra. Como una gota de agua mineral a otra. Son frases que nunca podríamos negar, obviedades que todos sabemos que rara vez se cumplen. Nos convierten en héroes de nuestra propia historia y la historia en general nos dice que, en el concierto de la vida, hay protagonistas y actores secundarios. Ser secundario no gusta a nadie. Pero es la verdad y hay que aceptarlo o, quizá, convertir en estelar ese pequeño papel que te ha tocado. Al fin y al cabo, es pequeño pero es tuyo. Y es el que tienes.
Lucía Lijtmaer parte de los supuestos del feminismo para dar un golpe en la mesa, de igual forma que las mujeres se dan un Golpe en la Cabeza el día que descubren que las cosas no son iguales para los hombres que para ellas. O para nosotras, si quiero ser exacta. El que yo no haya encontrado trabas en mi vida profesional no significa que, en lo personal, no sea consciente de techos, cristales, charcos y otros inconvenientes. Y tampoco significa que no sea solidaria con otras mujeres que sí tropiezan a menudo. La solidaridad es el elemento que cierra el libro con un toque de esperanza. Las cosas van mal, viene a decir, pero si nos fijamos bien en lo que ocurre, hallaremos una fuente fértil de aprendizaje y de superación. Y esa fuente no es otra que nosotras mismas, no solas, no individuales (o también) pero sí (también) en grupo. En lugar de la archisabida competencia entre mujeres lo suyo es hacer piña, es entender que echarnos piedras unas a otras es derribarnos en modo meteórico.
El libro se escribe con humor porque, como hoy mismo hablaba yo con mis colegas en el desayuno (fértil desayuno al aire libre en mañana de airecillo prometedor) no se puede hablar en serio de cosas que llegan a ser tan dolorosas. Por ejemplo, la rendición ante la necesidad de mantener la belleza a pesar del paso de los años. Por ejemplo, la invisibilidad de la mediana edad en adelante. Por ejemplo, el amor grotesco, gruñón y fuera de servicio de algunas mujeres por hombres que están ausentes de todo sentimiento. Por ejemplo, las luchas por sobrevivir en el áspero mundo laboral. Por ejemplo, la servidumbre a modas y a esta suerte de esclavitud que nos quiere convertir a todas en "chicas" cuando somos mujeres.
Algunas recetas: hablar y contarlo todo; no sucumbir al desafío de la mujer callada; huir del sufrimiento estéril; dejar de sentir que la perfección es algo obligado para nosotras; protestar, luchar, seguir, vivir, con y para nosotras mismas.
Yo también soy una chica lista. Lucía Lijtmaer. Editorial Destino. 2017
Comentarios