Ir al contenido principal

"Un día en la vida de una mujer sonriente" de Margaret Drabble


La elegante y pundonorosa editorial Impedimenta ha traducido al castellano este libro de relatos que ya echábamos de menos. Siguiendo su línea de hacernos llegar clásicos de literatura contemporánea que merece la pena conocer, he aquí que ahora le toca el turno a esta colección de los trece relatos que Drabble publicó en 2011 y que ahora aparecen traducidos. 

Margaret Drabble (1939) es una mujer interesante. Nacida en Sheffield (Yorkshire) en el seno de una familia ilustrada, es la mediana de tres hermanas también notables. La mayor es la novelista A. S. Byatt y la pequeña, la historiadora Helen Langdon. También su segundo marido es un prestigioso biógrafo. 

La vida de Drabble está llena de datos curiosos. Tuvo una educación esmerada (su madre era maestra) y fue actriz en la Royal Shakespeare Company. Es una personalidad muy reconocida en el Reino Unido donde ha sido recompensada con títulos diversos. Su vocación literaria cristalizó en 1963 con la publicación de su primera novela y desde entonces continuó hasta completar 17 novelas, un conjunto de relatos (el que ahora se publica), así como biografías, ensayos y estudios literarios. Su obra de ficción se centra en las mujeres. Es una cronista de la vida diaria de las mujeres corrientes, sobre todo en los años iniciales de los sesenta. Son mujeres de perfil diverso pero con preocupaciones comunes. Los fracasos matrimoniales, las luchas y las derrotas, las ocultaciones y el disimulo, la sensación de pérdida y los sueños sin cumplir, son algunas de sus temáticas, desarrolladas en un estilo directo, no exento de lirismo, con una observación aguda y detallada, sin toques de humor pero sin caer en el drama. Como la vida misma. 

Las mujeres de Drabble tienen dificultades con ellas mismas, no han desarrollado esa capacidad de pasar desapercibidas que tanto favorece el universo femenino, y se apoyan en circunstancias externas que, en ocasiones, hacen sobrevenir la catástrofe. A veces puede parecer que no hay esperanza, que todo es un cielo nublado, en un continuo gris que no presagia nada bueno. Pero surge, la mayoría de las ocasiones en forma de niños, en la redención de la infancia como el momento inicial en el que la vida tiene todavía escritas todas las palabras posibles. 

La condición femenina para ella está formada por mujeres que a veces ganan y otras veces pierden. En mujeres que, sin ser arquetipos, reúnen tantos elementos que pueden describirnos mucho de lo que a la literatura se le escapa corrientemente acerca de la emoción y la conducta de ellas, niñas, jóvenes, mujeres en su plenitud y ancianas. Gente, al fin y al cabo. Nada corriente, desde luego. 

Un día en la vida de una mujer sonriente. Margaret Drabble. Editorial Impedimenta. Traducción del inglés a cargo de Miguel Ros González. Febrero de 2017. 

Reseña de la escritora a cargo de Impedimenta: 

Hermana de la novelista A. S. Byatt (con la que desde hace años apenas tiene relación), después de asistir al internado Mount School, en York, obtuvo una beca para estudiar Inglés en el Newham College, en Cambridge. En 1960 se unió a la Royal Shakespeare Company, donde llegó a estar bajo la tutela de Vanessa Redgrave. Poco después abandonó la compañía para dedicarse de lleno a su carrera literaria y publicar su primera novela, A Summer Bird Cage, en 1963. Entre 1980 y 1982, presidió la National Book League, y Universidad de Cambridge la distinguió con un doctorado honoris causa en 2006. Drabble fue nombrada dama comendadora de la Orden del Imperio Británico en 1980. En 2008, fue ascendida a Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico. Drabble ha publicado 17 novelas. La piedra de molino (1965), la tercera de ellas, fue reconocida con el John Llewellyn Rhys Prize en 1966, mientras que Jerusalem the Golden ganó el James Tait Black Memorial Prize en 1967. Es asimismo autora de la trilogía formada por The Radiant Way (1987), A Natural Curiosity (1989) y The Gates of Ivory (1991). Su última novela, La niña de oro puro, fue publicada en 2013. En la actualidad reside en Londres.

Reseña del libro aparecida en la web de la editorial: 

Esposas sin maridos. Madres y hermanas. Mujeres que se debaten entre la vocación artística y las exigencias familiares. Científicas que han decidido dejar de teñirse el pelo y de ir por la vida disculpándose por cada paso que dan. Amor no consumado, vanidad y soledad. El poderoso universo ficcional de Margaret Drabble se concentra en estos cuentos que abarcan cuatro décadas de producción literaria. Una madre trabajadora que puede con todo y acaba sus enloquecidos días con una sonrisa. Una prestigiosa investigadora que acaba de recibir el Nobel por el descubrimiento del «gen de la vanidad». Una mujer que suspira aliviada cuando muere su esposo, y una romántica empedernida que busca el amor en los trenes. Trece relatos, la totalidad de la producción de Drabble en este género, que constituyen una muestra exquisita de la capacidad de ironía, lirismo y amplitud discursiva de una de las narradoras británicas más importantes del siglo XX.



Comentarios

Ana Blasfuemia ha dicho que…
Ganitas le tengo a este libro, con esa magnífica portada de Impedimenta (como siempre). Caerá en un club de lectura, así que no tardará en caer.

Un abrazo
Caty León ha dicho que…
Yo cada vez soy más adicta o adepta a los relatos. Condensan una historia en pocas páginas. Y de las nouvelles. Un abrazo. Gracias por leerme.

Entradas populares de este blog

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la

Woody en París

  Los que formamos la enorme legión de militantes en la fe Allen esperamos siempre con entusiasmo y expectación su última película, no la que termine con su carrera sino la que continúe con la misma. A ver qué dice, a ver qué pasa, a ver qué cuenta. Esperamos su narrativa y sus imágenes, creemos en sus intenciones y admiramos que vuelva a trabajar con profesionales tan magníficos como este Vittorio Storaro, director de fotografía, que dejó en la retina sus dorados memorables en otras de sus películas y que ahora plasma un París de ensueño. ¿Quién no querría recorrer este París? En el imaginario Allen tiene un papel esencial la suerte, la casualidad, aquello que surge sin esperarlo y que te cambia la vida. Él cree firmemente en eso y nosotros también. Shakespeare lo llamaría "el destino" y Jane Austen trataría de que la razón humana compensara las novelerías de la naturaleza. Allen también cree en la fuerza de la atracción y en la imposible lucha del ser humano contra sí mismo

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da