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"El primer reino" de María Sanz



Los amarillos dorados de Rothko, el pintor de la poesía sin palabras, me recuerdan los versos de María Sanz, sobre todo estos que aparecen contenidos en este libro "El primer reino". El primer reino de María, nuestro primer reino, es aquel de la infancia, con sus días azules y su sol esparcido. Aunque ya solo guardes su reflejo/ en el rincón perdido de tus gozos,/ sigue dándose a luz, fuego sagrado/ con que alimentas cada amanecer. 

Transita el libro por instantes que muestran recuerdos, imágenes, ideas, pensamientos y sitios, todos ellos situados en ese momento intemporal que forma parte de lo que fuimos y quizá del futuro que no está siquiera escrito, ni aún en ecos de poetas. Las niñas que soñaban ser mujeres /con la bisutería rodeando sus cuellos, venían a crecer contigo, mariposas / de una tonalidad encandecida. 

Los árboles, la higuera, el perfil de la casa, la luna y los rosales, también el gallinero, el brasero en invierno y los melocotones abiertos a la vida en primavera. La alberca, confinada entre sus brillos /esponjosa de cal y reverbero / daba albergue a aquel cielo delirante / bajo el que preferías no encenderte. 

A veces se desliza un aura de nostalgia. Los versos se acompasan al silencio y aparecen imágenes de historias que dejaron su huella, oscura, firme, densa, plagada de dolores. Cómo encontrar la puerta de las horas cerradas/ mientras te sometía su oquedad angustiosa/ el reposo perenne del que fuiste saliendo / tras recibir la llave de una sana abertura. 

En otras ocasiones los versos son espadas que atraviesan el hilo tenue de los recuerdos infantiles convertidos en momentos cruciales, en encuentros, en objetos, en vida. El sábado tenía fiesta propia/ amigos de papel, un arco iris / de tebeos por toda bienvenida. /Eras el asistente que faltaba. 

El último plano, la imagen final, la foto-fija, la emoción más exacta, el sentir más nítido, se refleja en sus últimas páginas, con ese poema doble que todos escribimos aunque no lo sepamos. La soledad, motivo. La soledad, silencio. La soledad, estado. Detrás de cada flor, una aventura./ Sobre los tibios pétalos, tu rastro/ Con un soplo de aire juegas, hallas/ tu lugar en la luz, oh niña sola. Estos versos, sin más, sin otro aditamento, serían en sí mismos la expresión de una etapa que se vive cuando amanece el día y se vuelve a vivir en cada atardecer y se renueva entera si la noche te acuna. 

El primer reino. María Sanz. Premio Tardor de Poesía, Castellón de la Plana, 2014, publicado por Editorial Agua Clara. 

María Sanz es sevillana y ha publicado más de treinta libros de poemas, algunos de los cuales han sido premiados en diferentes certámenes: Tu lumbre ajena, Tempo de vuelo sostenido, Voz mediante, Luna de Capricornio, Hypnos en la ventana, Los pulsos cardinales, Retablo de cenizas, Danaide, paz del abandono, Oboe d´amore. 

Su poesía es, a la vez, culta y sencilla. Bebe de los clásicos y les añade su propia voz, su sentir hondo, su vivencia de un mundo que ella convierte en delicada vasija en la que verter las palabras. El sosiego de la emoción y la lírica de una belleza intacta a pesar de que el mundo se transforme son el telón de fondo de unos versos plenos de suavidad y sentimiento. 

Su blog: http://poetamariasanz.blogspot.com.es

Comentarios

Tabuyo Alonso ha dicho que…
La poesía y yo no terminamos de llevarnos bien así que lo dejo pasar.

Besos.
Caty León ha dicho que…
Ah, la poesía es el alimento del alma.

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