Mis ojos son la libertad
(Yigal Ozori. Hiperrealismo)
Te equivocaste D. H. Difícil pero no imposible. Los lazos pueden desatarse y convertirse en lánguidas astillas, en cintas desflecadas, en restos de telas inservibles. Los lazos terminan aguándose si no se mantienen erguidos, si no se alimentan, se escriben, se extienden y se aman. De igual manera el amor que sientes se acaba si el objeto de ese amor no te cuida, no expresa lo que siente o, directamente, no siente nada.
En las páginas de tus libros aleteaban Ursula y Gudrun queriendo ser las hadas que convirtieran a Birkin y a Gerald Crich a su propia religión. Una fe hecha de promesas, de intimidad y de silencios cómplices. De observación y de pequeños espacios compartidos. Una gran mansión y su biblioteca pueden ser un lugar seguro para encumbrar los sentimientos, pero también un viejo molino heredado, con su fachada blanca y ajada.
Pero erraste en tu predicción. Hay un haz de luz que atraviesa el tiempo en que sufriste y que te devuelve la libertad inopinada. No esperabas que ocurriera pero sucede. No gozas ahora con la expectativa, con la llegada ni con la palabra, sino con el resplandor que tú misma lanzas al aire y que se vuelve, como un búmerang, cargado de rocío. El fresco rocío de una mañana sin angustias baldías.
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