Una mujer fatal
Confirmado. De todas las mujeres que se pasean por los libros de Jane Austen ninguna merece más este título que lady Susan Vernon. Por eso esta novelita epistolar de 125 páginas apenas es tan interesante. Porque pone en circulación un tipo femenino verdaderamente curioso, sobre todo si nos atenemos a las fechas en las que fue escrita y a la edad de la escritora (entre 1794 y 1805, con algo más de veinte años).
Ni siquiera las hermanas Bingley, con su desprecio por la vida campestre y sus luchas soterradas por conseguir que Caroline se case con Darcy, pueden compararse a lady Susan. Ni, por supuesto, la señora Augusta Hawkins, de casada señora Elton o, incluso, Fanny Dashwood, con su maléfica influencia sobre su marido, a la sazón hermanastro de Elinor y Marianne en “Sentido y Sensibilidad”. Esa conversación inicial en la que Fanny lo termina convenciendo, con frases cortas e intencionadas, para que no asigne cantidad alguna al sostenimiento de su madrastra y sus hijas, a la muerte del padre, es memorable y encierra el sentido del egoísmo más perfeccionado.
Lady Susan Vernon, la protagonista de “Lady Susan” brilla sobre todas las malvadas y algunos de sus rasgos nos recuerdan el perfil clásico de esa mujer de novela negra que trae la perdición de los hombres. Belleza, inteligencia y astucia. Maldad con encanto, podría ser una buena definición. Una inteligencia mal aplicada, que diría el mismísimo señor Knightley, usada para generar males y desgracias a su alrededor.
Lady Susan Vernon frisa los treinta y cinco, edad madura para la época, se ha quedado viuda hace nueve meses y ya está trajinando marido. El libro incluye una descripción física que no es usual en las novelas austenianas. Rubia, de piel fina y ojos claros. Un aspecto angelical para alguien que alberga sentimientos llenos de oscuridad. Como es una novela epistolar tenemos que fiarnos de la carta que escribe la señora Vernon (concuñada de lady Susan) a su hermano, Reginald De Courcy, joven atractivo y soltero: “Por más que dudes sobre el atractivo de una mujer que ya no es joven, debo admitir que raras veces vi a un ser tan encantador como lady Susan. Es delicadamente rubia, con bellos ojos grises y pestañas oscuras”
Todas las cartas del libro, pues esta es una novela epistolar, sirven para definir la personalidad de la protagonista. En todas aparece, aunque sea indirectamente. Pero ella solo se descubre, y no del todo, cuando escribe a su amiga, la señora Johnson, tan floja de moral como ella misma, casada con un hombre que, al contrario del marido de la protagonista, sabe bien cómo es su mujer e intenta controlarla a duras penas. Las palabras de lady Susan a la señora Johnson descubren un carácter ambicioso, nulo respeto y empatía hacia los demás y un deseo sin límites de lograr sus objetivos, sin reparar en el daño que pueda hacer. Pero no lo hace con dureza, ni acritud, sino, y esto es un verdadero hallazgo, con cierta ingenuidad, ironía, condescendencia consigo misma y un punto de infantilismo que resulta hasta gracioso. Es una maldad descrita sin aristas.
No solo ha engañado a su marido cuando vivía, sino que ha intentado quitarle el marido a la señora Manwaring, ha logrado que se rompa la relación de Sir James con la señorita Manwaring, ha hecho desgraciada a su hija Frederica y ha escandalizado a toda la sociedad de Londres. Aún más. Cuando ante sus ojos aparezca un nuevo objetivo, el joven y rico Reginald De Courcy, no dudará en usar sus armas para lograr su afecto y conseguir unirse en matrimonio. Y las armas no serán las de la belleza, obvias en su caso, sino la mesura, el buen tino, la humildad, la buena conversación y la inteligencia. Un cóctel imposible de eludir.
Porque quizá sea este el elemento distintivo de lady Susan Vernon con respecto a las otras “malas” de Austen. La inteligencia. Atributo que la escritora concede sobre todo a sus mujeres “buenas”. El escaso ingenio, la ridiculez, la falta de modales, la poca agilidad mental, son elementos que se reflejan en el carácter de esas “malas” que citamos. Pero no en lady Susan, que es, si no fuera una verdadera bruja, la persona con la que todo hombre sueña como amante y toda mujer como amiga.
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