Ella calla, él miente
(Richard S. Johnson. Hiperrealismo norteamericano)
Hoy prefiere el silencio. Y eso en ella
significa que una puerta está a punto de cerrarse. Que un árbol ha dejado caer
todas sus hojas y soporta con pesadumbre el viento y la lluvia, sin apenas
protegerse. Quiere decir que no cree en palabras vacías y en sonrisas cargadas
de prevenciones. Que las mentiras piadosas no son santo de su devoción. Que no
siente nada si una imagen, con champán incluido, se superpone en su cabeza.
El silencio significa en ella tanto decepción
como desencanto. Como desengaño. Como desafección. Como desaliento. Desarmada.
Desilusionada. Desértica. Desapasionada. Desdoblada. Débilmente expuesta a los
adioses que se acumulan cada día. Adiós, adiós, adiós. El silencio se escribe
con eses. Todas las palabras terminan en ese. Días acaba en ese. Tardes acaba
en ese. Noches, también.
En el silencio suena, extrañamente, una canción
de la que todos hablan. Pretende ser emblema pero para ella no es nada. Es un
eco lejano y alejado, que nunca significó sino el himno de un país extranjero.
Cualquier frase de él dicha a través del teléfono encierra más música que esta
canción que todos elogian. Incluso ahora, cuando el silencio la improvisa sin más
y la convierte en una melodía interrumpida.
Hoy prefiere el silencio. Su corazón ha andado
de hito en hito, ha creído en los milagros y en las rosas. La luz del otoño ha
opacado todas las voces antiguas y también los recuerdos se han convertido en
hilos del pasado. No existe nada más que esta quietud prestada, que esta lágrima
oculta, que esta serenidad imposible, que esta huida. Ha tardado demasiado en
darse cuenta de que nada es la palabra de moda. De que la nada es el espacio en
que él se mueve. De que ella no existe para quien, cada día, inventa una
mentira con burbujas.
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