"La renuncia" de Edith Wharton
Edith Wharton (1862-1937) es una de mis escritoras de cabecera. Su sutileza elegante, su frialdad cósmica y sosegada, esa mezcla de corazón y pensamiento firme, sus descripciones, su análisis irónico de las clases sociales, sus personajes plenos de fondo y forma en un duelo perfecto...todo lo que ella escribe me emociona.
"La edad de la inocencia" de 1920, ganadora del Pulitzer, es el buque-insignia que la representa. Pero escribió otras muchas cosas, entre ellas deliciosos libros de viajes. Siento especial debilidad por otros dos libros suyos: "Estío", con ese maravilloso arranque (algún día podría escribir un libro con los inicios más encantadores de la literatura que me gusta) y "La solterona", agridulce novelita que tiene tanto guardado a pesar de que sus páginas son escasas.
Aquí al lado tengo "La renuncia", una joya entre las suyas, que, en esta ocasión y en esta edición contiene un pequeño pero interesante regalo: la introducción que hace a la obra Louis Auchincloss (1917-2010), novelista y ensayista estadounidense, que formaba parte de una de esas "primeras familias" a las que Wharton dedica pasajes tiernos y punzantes a la vez en algunos de sus libros. La introducción desmenuza la novela, por lo que es un problema leerla antes, es un spoiler del todo, pero luego, arroja luces y mueve perspectivas, lo que resulta gratificante y reafirma algunas cosas de las que piensas y cambia otras. Un hallazgo, un juego literario de alta graduación. Auchincloss fue biógrafo de la Wharton (qué bien le va a esta mujer el artículo) y también de Henry James y Theodore Roosevelt.
Hay un hombre en la vida de Kate Clephane y es uno de esos hombres que pueden arruinar la existencia de una mujer. Pero el destino es un juguete loco y Kate volverá de su retiro en la Costa Azul hasta Nueva York para estar con su hija que va a casarse. Precisamente con Cris Fenno, el hombre maldito, el antiguo amante de su madre. La tragedia está servida y también los escrúpulos de la autora que ha llegado a un momento de su vida en los que echa de menos la recia moral que los mantenía a todos en pie y que trazaba los límites con total firmeza.
Esta es, a juicio de Auchincloss, la última gran novela de la Wharton. La protagonista, una mujer. Las emociones, todas. El verbo, elegante, digno, ágil, elaborado, sutil, perfecto.
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