Nadie, al otro lado

(E. Hopper)

Como si alguien hubiera levantado de improviso una tapia imposible delante de su ventana, las horas transcurrieron ese día a falta del aire fresco que mueve lentamente los visillos sin posarse. La vida cotidiana continuó sin cambios. Una cosa y la otra, engarzadas en las horas que pasan sin pararse, pero también sin la vivacidad de siempre. Las manos intentando encontrar el camino transitado de las palabras, ese espacio conocido en el que sabía moverse mejor que en cualquier otro. Pero no llegó el milagro. Letras, sílabas, consonantes y vocales parecían tener pereza para hallarse. No supo el motivo. La única realidad era que, al otro lado de la vida, allá en el horizonte, ya no había nadie. Nadie, al otro lado. 

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