La euforia de la gente feliz
(New York. Robert Neffson. Hiperrealismo)
Siempre me he preguntado si era verdad o impostura. Si esa euforia bulliciosa de la gente en vísperas de puentes o vacaciones es cierta o si solo tienen miedo de no parecer felices. Ser infeliz es algo que nadie quiere reconocer. Salvo los nostálgicos del romanticismo más oscuro, salvo los diletantes sin remedio, algunos artistas de la soledad o ciertos sesentayochistas prepotentes. Todos los demás huimos de la infelicidad. Reconocerla nos hace más infelices.
La gente hace planes para cada día y cada hora. Ningún fin de semana con varios planes para elegir. Ningún puente sin viaje. Ningunas vacaciones sin paraísos exóticos, vacunas, maletas y hoteles con todo incluido. Los pocos que se atreven a afirmar con timidez "no tengo planes" serán mirados como seres extraños, proscritos de una vida en sociedad que te impone la diversión por decreto. Hay que divertirse como sea, emborracharse si se puede y transgredir el horario. Acostarse tarde los sábados, levantarse a mediodía los domingos y tener resaca.
Todo lo demás es estar fuera de este mapa construido a base de tour operators y agencias de viajes del alma. La soledad no tiene buena prensa. La quietud, tampoco. Quedarse en casa es anatema. Y yo voy a esconder debajo del sofá todos los libros que hablan de amores que no corren sino que esperan con paciencia que florezca el almendro.
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