Después de todo
Ella no soportaba este tipo de situaciones: tienes una relación con alguien, hay unas pautas, una línea de actuación. Y, de pronto, sin saber por qué, inopinadamente, se rompe, se termina. Se cambian las reglas del juego sin que haya motivo o, al menos, sin que nadie se los explique. En esos momentos no sabe cómo actuar, ni cómo recomponer su pensamiento. Se siente desmadejada, desconocida para sí misma, auténticamente perdida. Qué hace o qué dice. Esa es la cuestión. Y es algo que le ha ocurrido ya algunas veces. Pero nunca se acostumbra.
Por eso la gran pregunta siempre es ¿por qué? Es una pregunta reiterada, que le viene a la cabeza a menudo pero que no puede hacer en voz alta. Si lo hiciera, la persona en cuestión lo negaría todo. Como si se tratara de un interrogatorio policial. Como si esa negación fuera absolutamente imprescindible. Diría siempre que no, que no pasa nada, que las cosas siguen igual, que no ha cambiado su forma de pensar o de sentir.
Ella no tiene datos para saber si miente pero sí para entender que, después de todo, ya nada es lo mismo. Nunca volverán los tiempos en los que las cosas eran de otra forma. De una forma que resulta ridículo contar, porque parece cosa de adolescentes. Quién reclamará a nadie por dejar de pensar en ti, por dejar de contarte sus cosas, por dejar de confiar en tu palabra....Así ocurrió algunas veces y todavía las recuerda. Pocas veces, desde luego, pero existieron. Lo que no sabe es por qué. Sigue sin conocer el significado de ese cambio. Después de todo, ya no puede preguntárselo a algunas personas. Y, a las que podría, lo ha hecho tan infructuosamente que no ha servido de nada. Una negación bastaría. No. Pero ella no puede creerlo. Y hay un horizonte dudoso: cuántos cambios más se producirán. Cuántas palabras menos, cuántas miradas menos, cuánto menos. No se puede confiar en nada ni en nadie cuando el universo es tan cambiante. Cuando el paso de las horas es indeciso y cuando no sabes a qué atenerte, salvo que no puedes esperar, ni debes esperar, ni esperas.
(Fotografía: Saul Leiter)
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