" La ley del menor" de Ian McEwan


Fíjate: eres una profesional respetada. Jueza de familia, con dilatada experiencia. Estás a punto de cumplir sesenta años. Casada y sin hijos. Tu matrimonio navega en la rutina. Tu trabajo te absorbe. No podría ser de otro modo. 

Y, de pronto, se abren ante ti dos frentes que has de lidiar y de traspasar de la mejor forma que puedas: llega a tu juzgado el caso de un adolescente, testigo de Jehová, que se niega  a ser transfundido para curar su leucemia, aludiendo a sus creencias religiosas. Y tu marido te dice, sin más, que desea tener una aventura con una jovencita porque, sencillamente, ya no puede más con el aburrimiento que le causa el matrimonio. 

Esta tesitura es la que se presenta en la vida de Fiona Maye cuando Ian McEwan la convierte en protagonista de su último libro, que, como los demás, publica Anagrama y que nos pone por delante el problema de la fe. McEwan lleva años tocando todas aquellas cuestiones que nos preocupan a los hombres. Cuestiones de fondo que él enmarca en una narración vertiginosa y llena de detalles. Con su lenguaje concreto, conciso y sin florituras. Con su forma directa de exponer las cuestiones. Con su propio bagaje de escritor experimentado y de larga trayectoria. Con su elegancia. Porque McEwan es un escritor elegante, que no desea hacer sangre sino, quizá, ahondar en lo más sagrado que tenemos los seres humanos, aquello que nos toca más ampliamente. 

"La ley del menor" acaba de salir y si lo lees puedes acabar poniéndote en la piel de aquellos que, a punto de entrar en la sesentena, siguen siendo jóvenes pero no pueden empezar de cero casi nada. O sí. Porque en sus elucubraciones el escritor echa tanta gasolina como agua, tanta luz como sombras. ¿Cómo reaccionará la jueza Fiona ante el deseo insatisfecho de su marido? ¿Se avendrá a contemporizar con la aventura que él necesita para mantener una apariencia de matrimonio? ¿Vale la pena luchar porque esa unión perdure? Y, por otro lado ¿cómo influyen las creencias en las decisiones que tomamos cada día? ¿Son una ayuda, una rémora? 

Las cosas son tan difíciles que McEwan no ha dudado en añadir a su lista de temas todos aquellos que tienen que ver con la zozobra, el sufrimiento y la duda, señas de identidad de estos días que vivimos. 

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