Ir al contenido principal

Una casa flotante en el río Támesis


Allí, en una casa flotante sobre el río Támesis, vivió una temporada Penelope Fitzgerald. La conocí en 2010 cuando la Editorial Impedimenta, que con tanto talento lleva Enrique Redel (un editor enamorado de los libros, lo que no suele ser frecuente), publicó "La librería". Dado que la escritora nació en 1916 y el libro se publicó en inglés en el año 1978, esto quiere decir que su salida a la luz podía ser considerada tardía. En efecto, esta es su segunda novela pero la primera se publicó solamente un año antes, en 1977, "The Golden Child", una historia cómica de misterio que se ambienta en el mundo de los museos. 

La vida de Penelope, como me gusta llamarla porque así la siento más cercana (algo que me ocurre con todas las escritoras a las que amo), fue extraordinaria. Era hija de un editor, sobrina de novelista y de un estudioso de la Biblia. Se educó en colegios carísimos y ejerció de periodista para la BBC durante la Segunda Guerra Mundial. En 1941 se casó con Desmond Fitzgerald, un soldado irlandés con el que tuvo tres hijos. 

En realidad, su primer libro fue una biografía del pintor Edward Burne-Jones publicada en 1975. Tras las novelas que he citado fueron saliendo a la luz otras, todas con un marcado carácter autobiográfico. Así "A la deriva" de 1979, "Human voices" de 1980 y "At Freddie´s" de 1982. 

Sus siguientes libros siguen otra senda, más cercana a la narración de hechos en un determinado contexto histórico, pero ya alejados de su propia peripecia vital. "Inocencia" de 1986, que Impedimenta publicaría en 2013, que sucede en los años previos a la revolución rusa en Moscú. Luego, "La puerta de los ángeles", de 1990, que acaba de publicar Impedimenta y que tengo al lado en mi mesa mientras escribo. Y, por último, "La flor azul", publicada en 1995, y en español, por la misma editorial, en 2013, centrada en la vida del poeta alemán Novalis. 

Su muerte, en Londres, en el año 2000, cerró una vida plena, en la que había habido ocupaciones e intereses muy diversos. No era la típica escritora encerrada en casa, antes bien, posiblemente empezó a escribir y a publicar tarde porque tuvo, con anterioridad, muchas cosas que hacer. Siempre se consideró una outsider. Y outsiders son también sus personajes, gente inadaptada, artistas, gente frustrada, amantes que no eran correspondidos, personas raras. Vulnerables, desfavorecidos, interesantes...Los derrotados del mundo, la gente que no triunfa, los que tienen pocas cualidades, todos los que nunca formarán parte de la brillantez de la vida pública y tienen que lidiar con una existencia cotidiana llena de conflictos, e, incluso, sin ellos. 

Dicen de ella que era austera, lacónica, moderada y con una genialidad innata y un sentido del humor lleno de ironía. No quería tener éxito, sino mantener su filosofía de la vida y de la literatura. Era consciente, no obstante, de su valía y luchó en el mundo editorial, al que accedió con casi sesenta años, por tener el respeto de los editores, lo que no le resultó nada fácil. Los premios que jalonaron el final de su vida, larga, que le permitió publicar durante más de veinte años a pesar de haberse iniciado tarde, son muestra del interés que su obra despertó. Sin embargo, ello no la convirtió en una celebridad, sino en una novelista a la que seguían lectores apasionados y exigentes, como ella misma lo era. Sus novelas son delicadas, llenas de dulzura, sentimiento y vitalidad. Son divertidas y oscuras. Difíciles y elocuentes. Indirectas y plenas de fortaleza narrativa. Su punto de vista es sumamente original. En las primeras, autobiográficas, recorre los avatares de una vida llena de experiencias que le sirvieron de mucho y, sobre todo su observación de los tipos humanos con los que se relacionaba, algo que hacen maravillosamente todas las escritoras inglesas. 

Si quieres conocer más sobre ella te aconsejo una biografía estupenda: "Penelope Fitzgerald: A Life" escrita por Hermione Lee. La editorial Impedimenta ha realizado un enorme esfuerzo para ir publicando sus novelas, de forma que la ha dado a conocer ampliamente al público español. En mi caso, el primer libro que leí de ella fue "La librería" y me cautivó. Basada en un hecho real que tuvo lugar cuando ella ayudó a sacar adelante una librería en un pueblecito. La librería simboliza el misterio, el universo que contiene todas las ideas, pasiones y personajes. 

He pensado alguna vez que, dado que vivió tanto y su muerte ocurrió solo hace quince años, podía haber tenido la oportunidad de conocerla. Imagino una charla con esta anciana vivaracha y llena de ideas, poseyendo el arte de la escritura, disfrutando de una ancianidad plena, publicando libros y hablando de la vida. Sueños que no serán realidad. Pero están sus novelas. Para leerlas hasta el fondo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros