La espuma de los días
La espuma de los días es el título de esta entrada y también el título de un libro de Boris Vian que leí hace años. Alguien me lo recomendó. Recuerdo bien quien era. Un chico extraño, inteligente y paranoico, que se movía mal en sociedad y que tenía algunas manías dudosas. Miedo, sobre todo, a perder su rebeldía o a alejarse de sus principios. Un chico raro que leía cosas raras y que me parecía atractivo entonces, con esa clase de misterio que adorna las mentes privilegiadas pero atormentadas. Leí el libro y me produjo una rara sensación. Un nenúfar que crece en una chica. Cosas de autores como estos, tan alejados de mis "chicas" inglesas. Volví a leer mis cosas y ahora ya no reniego de lo que me gusta, sino que me afirmo en mis intenciones y vuelvo los ojos a lo que soy, me acepto, me respeto y me cansa la tontería de fingir. Se lee lo que se lee y no pasa nada por no leer lo último de, o lo primero de tal.
La espuma de los días a la que me refiero no es la que llena este curioso libro, sino el paso del tiempo, la inefable e innegable sensación de que todo acaba y empieza a la vez, la búsqueda del sentido de la vida en medio de la vorágine. Todos los años, cuando llegan estas fechas, pienso en cómo voy escribiendo con la tinta de las horas y los minutos, el recorrido de la vida. Los afectos, las dudas, los temores, los miedos, los silencios, los sinsabores, las alegrías, los miedos, los ratos felices, las personas a las que amo, las personas que me aprecian, la gente....todo se mezcla y se transforma en una alegre algarabía llena de posibilidades y también de sombras. Porque sombra y luz son indisolubles.
Los sueños no deben abandonarse nunca. Sueño con un lugar en el que mi alma esté en paz, un sitio en el que la compañía sea agradable, quizá la que prefiero antes de todo, un sitio en el que no tenga que fingir, en el que descanse sin atarearme en tantas cosas como me ocupan diariamente. Quizá ese lugar no exista, no lo halle nunca. Estoy casi segura de ello. Quizá ese lugar solamente esté en mi imaginación, en mi escritura, en mis palabras, en mis textos, en la mirada con la que veo el mundo, fuera de mí todo es un silabario afortunado.
Los sueños no deben abandonarse nunca. Sueño con un lugar en el que mi alma esté en paz, un sitio en el que la compañía sea agradable, quizá la que prefiero antes de todo, un sitio en el que no tenga que fingir, en el que descanse sin atarearme en tantas cosas como me ocupan diariamente. Quizá ese lugar no exista, no lo halle nunca. Estoy casi segura de ello. Quizá ese lugar solamente esté en mi imaginación, en mi escritura, en mis palabras, en mis textos, en la mirada con la que veo el mundo, fuera de mí todo es un silabario afortunado.
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