Fin de curso
Los últimos días de junio son especiales. En las escuelas, los colegios, los institutos, se repite un mismo rito, una suerte de ceremonia, con algunas variantes, pero con la misma esencia. Despedir el curso. A veces, con el curso, se despide a las personas, a aquellos que se jubilan o se marchan del centro. En esta profesión es tan corriente despedirse...Los profesores son itinerantes, se mueven de un lugar a otro, derramando los afectos como si fueran un tarro de perfume que se abre y no se controla. En ocasiones, los niños se marchan. Cambian de escenario, de etapa, se van a la universidad, se lanzan a realizar otros estudios, a la vida del trabajo, quién sabe. Cambios, marchas, despedidas, los ritos del final de curso.
Todo ello genera un ritmo especial. Es una clase de melodía acompasada que tiene muchos momentos. Los directores de orquesta varían pero los protagonistas son los mismos. Niños, profesores, padres. En las casas, la vivencia del fin del período escolar antecede a las vacaciones. En los niños, las notas son el primer acto de un verano ansiado la mayoría de las veces. Pero, en los profesores, todo tiene un sentido íntimo de balance, de recuerdo, de nostalgia, de reflexión. Qué he hecho, cómo lo hecho, me he equivocado, he acertado...
No es fácil hacer autocrítica. Pero, la gran mayoría, la hace. No es fácil mantener la ilusión con tantos vientos en contra. Pero, la gran mayoría, la mantiene. No es fácil sacar fuerzas de flaqueza, continuar hacia delante, luchar contra corriente. Pero, la gran mayoría, lo logra. Si no fuera por los profesores, el sistema ya se hubiera hundido. Si no fuera porque se suple con talento, conocimiento, imaginación, gentileza, disposición de ánimo, si no fuera por todo esto y algunas cosas más, el edificio de la educación se hubiera derrumbado.
Pero hay una clase de compensación única en el trabajo que hacemos. Y reside en los niños. Los chavales. Los jóvenes. Es ese momento en el que aprecias que algo ha cambiado para ellos. Que una chispa, un descubrimiento, un adelanto, una pequeña mejora, se ha instalado en sus almas y en sus vidas y que, en ello, hay mucho de tu esfuerzo y de tu empeño. Es la satisfacción del trabajo bien hecho. Es la única fuente de la que bebemos.
Así que, colegas, compañeros, disfrutad de este verano a tope. Pensad que volveremos con otras leyes, otras normas, pero la misma burocracia absurda, el mismo sentimiento de incomprensión. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Sabemos nuestros defectos pero también sabemos dónde está nuestra fortaleza. Y esa fortaleza ha de salir, no cabe duda.
Feliz verano. Felices sueños de mejora. Y algo de aire de imaginación, que nos sacuda al fin para el futuro.
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