Setenta mil
Querido visitante anónimo número 70.000: En un momento dado, sin que nadie te viera, has pulsado el enlace de este blog y el número del marcador ha llegado a esta cifra tan bonita, ahora sobrepasada ya porque debió ser en un momento de incertidumbre horaria que no podemos controlar. La entrada última que has podido leer tiene que ver con un premio, con un escritor norteamericano, con libros, con crítica de libros, con un jurado, también con una ciudad maravillosa, Oviedo, adonde vuelve Woody Allen de incógnito...Hablar de Allen es hacerlo de Diane Keaton, cuya enternecedora biografía, o mejor la de su madre Dorothy, está en estas páginas y es hacerlo también de Barcelona y de Scarlett Johanson, que se llama igual que aquella Scarlata O`Hara tan apasionada que daba la réplica, y cómo, al Clark Gable de sus mejores momentos, mientras Tara ardía en un incendio y los yanquis avanzaban sobre el sur. "El sur es un desierto que llora mientras canta" dice Cernuda y también él aparece por aquí, como otros poetas, incluyendo esas entradas tan numerosas dedicadas a Miguel Hernández, el poeta de mi juventud o a García Lorca, el poeta de las voces oscuras de Nueva York, la ciudad que glosa Edith Wharton en el libro tantas veces nombrado "La edad de la inocencia" y en ese otro de tapas duras y enorme cantidad de hojas que escribió Henry James, otra vuelta de tuerca a la novela en lengua inglesa, la que me gusta tanto y que aquí se repite una y otra vez de la mano de muchos narradores, pero, sobre todo de ella, la única, imborrable, Jane Austen...La de la serie de la BBC en la que aparecía Darcy, el mejor, que luego, años después, bailó un tango muy especial con Larita Withaker y se marchó en un Studebaker descapotable último modelo. Sin tí no soy nada...
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