Aquellas niñas
Dedicado a Paqui Luna Mendoza, que escribe poesías
"Hace ya algunos años existió una resplandeciente calle, llena de alegría, sol y buenas vibraciones. Era una calle muy, muy larga, una calle en la que todas las cosas podían ocurrir. Las casas se parecían mucho entre sí pero un buen observador era capaz de distinguir sus diferencias. Lo mismo ocurría con los habitantes de estas casas, gente trabajadora y normal, pero que encerraba un mundo de sorpresas, de genialidades. Había de todo y todo merecía la pena de ser visto y conocido. La calle era muy larga, con varios tramos que cruzaban otras calles, definiendo así espacios distintos, poblados por gente que tenía nombres, diminutivos, apodos o, simplemente, rostros. Era una calle especial que cruzaba la zona más antigua de la ciudad, la que poseía el secreto de sus mejores sones y cantes, la calle del Carnaval, la calle del Flamenco, la calle de los artistas.
En esas calles vivían personas mayores, desde luego, los padres y abuelos. Había también chavales, algunos de los cuales traían en vilo a los maestros y al director del colegio al que todos acudían, Don Carmelo. Pero había, sobre todo, niñas. Las niñas eran la sal de la calle, ellas hacían la compra en la tienda de Celestino primero, y luego en la de Andrés y en la de Antoñito. Las niñas cuidaban a los hermanos pequeños, los sacaban a pasear en los carritos o los llevaban de la mano. En verano, recorrían con ellos muy despacio la calle del cine, que quedaba detrás, y así los párvulos iban aprendiendo a leer, mirando las enormes letras de los carteles que estaban colgados en las paredes, en una perpetua invitación para ver las películas de los actores y actrices más famosos, más guapos e interesantes. Las niñas cantaban en las casas, hacían funciones de teatro, se disfrazaban en las fiestas y en las navidades. Las niñas peinaban sus largas melenas en las azoteas, después de lavárselas con agua caliente y de enjuagarlas con un chorrito de vinagre, para el brillo. Las niñas se hacían fotos delante de cortinas de flores y recorrían las aceras de la calle andando muy deprisa, buscando a las amigas para alguna confidencia o quien sabe si prendidas en el recuerdo de algún príncipe de sus libros.
Porque esas niñas tenían los libros muy cerca. Algunas los leían, otras los contaban en voz alta, muchas los cantaban y otras, pocas, escribían. Poemas, cuentos, relatos, historias, recetas, cartas...Estas niñas, aquellas niñas, convirtieron la calle en un paraíso irrepetible."
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