Honores a Góngora
Este año de 2011 se cumplen los 450 años del nacimiento de Don Luis de Góngora y Argote, gloria de nuestra poesía. Córdoba fue la ciudad que lo vio nacer y morir, en 1561 y 1627, respectivamente. Curiosamente, cuentan las crónicas que, años antes de morir, padecía Góngora un mal que le hizo perder la memoria y que, seguramente, tiene mucho que ver con la triste enfermedad que nubla la historia pasada y presente de tantos mayores.
No obstante nacer y morir en la misma ciudad andaluza, tuvo Góngora una vida viajera y conoció otras muchas ciudades. Su peripecia vital, digamos, ajetreada, le hizo que, a pesar de estar destinado a tomar los hábitos eclesiásticos, no lo hiciera hasta los cincuenta años. Góngora ha pasado a la historia por su poesía, por ser uno de los poetas más importantes de toda la historia de la literatura. Recordad cómo, en 1927 y en el Ateneo de Sevilla, un grupo de jóvenes poetas y diletantes organizó y llevó a cabo un Homenaje a su memoria que sería, seguramente, el acto más emblemático de nuestra tradición cultural, con una foto que está en todas las historias. Esos jóvenes estaban atraídos sin duda por la tradición gongorina de su primera época, la que lo llevó a componer letrillas, romances, décimas, canciones, todas dentro de una tradición popular y plenas de ironía y de divertimento. En 1610, sin embargo, cambió el signo de su producción literaria y creó lo que conocemos como "culteranismo", que, cuando estudiamos Literatura se oponía al "conceptismo" de Francisco de Quevedo, otro vate ejemplar. Culterano Góngora, cordobés y por ello, senequista, inspirador de la poesía más popular del siglo XX, este año es buen momento para que nuestros alumnos, en las aulas, se acerquen a sus versos, los lean, los aprendan, los reciten, los ilustren, los entiendan. Os recomiendo su bellísimo soneto a Córdoba, el que comienza con el cuarteto:
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía¡
!Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas¡
También podemos leer en clase y comentar uno de sus romances más bonitos y melancólicos, con un estribillo incomparable. Es el que se inicia así:
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
Dejadme llorar
orillas del mar.
Comentarios