Proyecto Almanaque: Bécquer
Maese Pérez, el organista
Gustavo Adolfo Bécquer
Fragmento
La iglesia estaba iluminada con una profusión asombrosa. El torrente de luz que se desprendía de los altares para llenar sus ámbitos, chispeaba en los ricos joyeles de las damas que, arrodillándose sobre los cojines de terciopelo que tendían los pajes y tomando el libro de oraciones de manos de las dueñas, vinieron a formar un brillante círculo alrededor de la verja del presbiterio. Junto a aquella verja, de pie, envueltos en sus capas de color galoneadas de oro, dejando entrever con estudiado descuido las encomiendas rojas y verdes, en una mano el fieltro, cuyas plumas besaban los tapices, la otra sobre los bruñidos gavilanes del estoque o acariciando el pomo del cincelado puñal, los caballeros veinticuatros, con gran parte de lo mejor de la nobleza sevillana, parecían formar un muro, destinado a defender a sus hijas y a sus esposas del contacto de la plebe. Ésta, que se agitaba en el fondo de las naves, con un rumor parecido al del mar cuando se alborota, prorrumpió en una aclamación de júbilo, acompañada del discordante sonido de las sonajas y los panderos, al mirar aparecer al arzobispo, el cual, después de sentarse junto al altar mayor bajo un solio de grana que rodearon sus familiares, echó por tres veces la bendición al pueblo.
Era la hora de que comenzase la Misa.
Transcurrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse, demostrando su impaciencia; los caballeros cambiaban entre sí algunas palabras a media voz, y el arzobispo mandó a la sacristía a uno de sus familiares a inquirir el por qué no comenzaba la ceremonia.
-Maese Pérez se ha puesto malo, muy malo, y será imposible que asista esta noche a la Misa de media noche.
Ésta fue la respuesta del familiar.
La noticia cundió instantáneamente entre la muchedumbre. Pintar el efecto desagradable que causó en todo el mundo, sería cosa imposible; baste decir que comenzó a notarse tal bullicio en el templo, que el asistente se puso de pie y los alguaciles entraron a imponer silencio, confundiéndose entre las apiñadas olas de la multitud.
En aquel momento, un hombre mal trazado, seco, huesudo y bisojo por añadidura, se adelantó hasta el sitio que ocupaba el prelado.
-Maese Pérez está enfermo -dijo-; la ceremonia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el órgano en su ausencia; que ni maese Pérez, es el primer organista del mundo, ni a su muerte dejará de usarse este instrumento por falta de inteligente.
El arzobispo hizo una señal de asentimiento con la cabeza, y ya algunos de los fieles que conocían a aquel personaje extraño por un organista envidioso, enemigo del de Santa Inés, comenzaban a prorrumpir en exclamaciones de disgusto, cuando de improviso se oyó en el atrio un ruido espantoso.
-¡Maese Pérez está aquí!... ¡Maese Pérez está aquí!...
A estas voces de los que estaban apiñados en la puerta, todo el mundo volvió la cara.
Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba en efecto en la iglesia, conducido en un sillón, que todos se disputaban el honor de llevar en sus hombros.
Los preceptos de los doctores, las lágrimas de su hija, nada había sido bastante a detenerle en el lecho.
-No -había dicho-; ésta es la última, lo conozco, lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi órgano, y esta noche sobre todo, la Noche-Buena. Vamos, lo quiero, lo mando; vamos a la iglesia.
Sus deseos se habían cumplido; los concurrentes le subieron en brazos a la tribuna, y comenzó la Misa.
Cuestiones a tratar sobre el texto:
Este texto forma parte de la leyenda de Bécquer “Maese Pérez, el organista”. Esta leyenda, ambientada en Sevilla como puede observarse al leer el texto, narra el caso de Maese Pérez, organista de la Catedral, muy conocido y admirado por su virtuosismo al tocar el órgano, que cae enfermo de muerte precisamente cuando tenía que intervenir en la celebración de la Misa. El fragmento que hemos seleccionado narra la espera que se produce en la Catedral, antes de la llegada del organista y cómo interviene alguien, también organista, que tenía gran envidia de Maese Pérez y que pretende ocupar su lugar. El final del fragmento, con el organista Maese Pérez tocando, no puede aventurar el verdadero final de esta leyenda, que dejamos en el aire para que los alumnos tengan la curiosidad de leerla completa.
Qué podemos hacer con el texto:
1. Lectura atenta del texto por los alumnos en voz baja
2. Lectura en voz alta, por varios alumnos, con explicaciones acerca de aquello que sea de interés por parte del profesor. Hemos señalado en negrita algunas palabras que pueden requerir explicación por el profesor o el uso del diccionario.
3. Comentario de todo el grupo sobre el texto. Se trata de resumir el significado del mismo, para lo cual resulta interesante centrarse en la tradición de la Misa del Gallo, por un lado, así como en el tono misterioso de las Leyendas que escribe Bécquer, lo que permite adivinar un final sorprendente.
4. Recomendación a los alumnos para que lean la leyenda completa y, aún mejor, seleccionarles algunas de las Leyendas de Bécquer que pueden ser más asequibles para ellos en función de la edad y nivel de los alumnos. Pueden hallarse en edición impresa y también en Internet.
Un trabajo de ampliación:
Una de las virtualidades de los textos literarios es que no solamente nos enseñan a leer comprensivamente y a mejorar el vocabulario, sino que nos impulsan a escribir. Para escribir bien, es preciso leer mucho. Pero también es preciso escribir mucho y dejar rienda suelta a la creatividad. Puede ser una buena excusa para que los alumnos amplíen el trabajo proponerles que terminen esta historia. ¿Cuál será el desenlace de la misma? Ello siempre antes de que los alumnos lean el texto completo, por supuesto. Pero, incluso habiéndolo leído siempre se les puede proponer que inventen OTRO FINAL. Esta es una actividad que se realiza frecuentemente como estrategia de animación a la lectura y que da muy buen resultado.
Y ADEMÁS:
Hay un protagonista en esta leyenda que aparece envuelto en las sombras, pero que tiene una gran importancia en el relato. Se trata de la Catedral de Sevilla, una joya arquitectónica que todos los sevillanos deberían conocer. Sería una buena idea que se pudiera dedicar algún tiempo a comentar algunos aspectos de la misma o, en todo caso, que se remitiera a los alumnos a fuentes que pudieran ampliar esta información. Los profesores de Geografía e Historia pueden dar interesantes pistas al respecto.
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