Pasión por el arte contemporáneo. Tiempo de ARCO

 


/Peter Zimmermann. Galería Filomena Soares. Portugal/

Me enamoré del arte contemporáneo estudiando la carrera. Tenía un profesor magnífico y aprendí a entender y a valorar muchos aspectos de la creación que antes tenía un poco en la oscuridad. El arte contemporáneo es todo lo contrario de lo oscuro: es claridad absoluta, es diálogo, relato e historia. Cualquier obra que tenga verdadero valor y que represente las virtudes de esta tendencia, de esta escuela, es una mirada afable, conversadora e inteligente, que deja al descubierto como nada la pasión del artista. Ningún creador se ha sentido más libre que en este tiempo, en este tiempo heredado de las primeras vanguardias y que ha dado a conocer al mundo una filosofía nueva y una praxis convertida en especialísima manera de tratar la materia del arte. 

Hay algunos hilos que unen a esos artistas rechazados que después se convirtieron en canónicos, empezando por los impresionistas. Hay quien abomina de ellos y de los que vinieron después, y se toman a broma sus manifestaciones, sus instalaciones y todo aquello que parezca una tomadura de pelo. Las hay, desde luego, como también existen en la literatura. No todo lo contemporáneo es verdadero, ni todo lo contemporáneo es arte. Pero cuando encontramos una obra llena de verdad y de belleza, poco importa la calificación, el atributo, incluso la opinión de los supuestos expertos. El arte tiene mucho de vivencia y mucho también de discurso. 

En la universidad había que hacer cola para encontrar algunos libros de artistas que podían parecer estrambóticos a los ojos de alguna gente pero que trazaron caminos y definieron fórmulas imperecederas. Lo contemporáneo tiene ya una carga clásica innegable en muchos de sus artistas y muchas de sus obras. Pero siguen surgiendo novedades, fórmulas y por eso las ferias como ARCO, que estos días vuelve a Madrid, tienen su punto de interés. Siempre se puede descubrir algo y completar, humildemente, la pequeña colección Thyssen que todos los amantes del arte contemporáneo llevamos dentro. 

Y ahora, al ver la inauguración del nuevo ARCO, veo a Juana de Aizpuru y recuerdo los cursos en su galería de Sevilla. Y veo a Helga de Alvear, y pienso en los años que estas mujeres fueron abriendo camino para galeristas y para comisarios. Una verdadera proeza llena de valentía. 


/Elena Blasco. El hecho alegre. La casa. Espacio mínimo. España/

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