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Las amigas de Jane

 


Joshua Reynolds. Hijas de Sir William Montgomery o Tres mujeres adornando la columna de Himeneo, 1773

Steventon, la rectoría rural de Hampshire en la que vivió Jane Austen más de la mitad de su vida, es un enclave en el que la población es escasa. En aquellos años no más de trescientos habitantes lo poblaban lo que permitía una relación muy cercana entre las familias. Esas afables relaciones de vecindad las replica la escritora en sus novelas. En el pueblo de Highbury, donde se encuentra enclavada la casa de los Woodhouse ("Emma") las reuniones vecinales son cosa cotidiana. Las señoras Bates, Goddard, los señores Weston, los Cole, la familia Knightley, se suelen ver en Hartfield y a ellos se une el vicario, el señor Elton, una muestra del buen trato entre los vicarios y sus parroquianos. Lo mismo puede decirse de Longbourn, la casa de los Bennet ("Orgullo y prejuicio") cuyos habitantes acuden a Meryton a alternar con los oficiales en casa de sus tíos Phillips, donde suelen aparecen también los Lucas, cuyas hijas Charlotte y Mary, son muy amigas de las chicas Bennet. Valgan estos ejemplos como señal de que la vecindad es un valor y asimismo puede probarse si leemos las cartas de Jane Austen en la que no solo relata peripecias familiares sino también vecinales y con total detalle. 

Tres familias son las que podemos considerar como amigas incondicionales de la escritora. Y en ellas, sus hijas e hijos, con los que acuden a bailes, reuniones, paseos, veladas musicales. La familia Lloyd, la familia Bigg-Wither y la familia Lefroy. Este último apellido nos suena mucho ¿verdad?. Pues sí, a la familia Lloyd pertenecía el amor de juventud de Jane, el joven Thomas, cuya historia no pudo cuajar por lo mismo que solía suceder a los jóvenes sin fortuna propia. Anne Lefroy, la tía de Thomas, era gran amiga de Jane. Las hermanas Mary y Martha formaban parte del núcleo íntimo de las hermanas Austen. Y Martha es esa amiga que se va a vivir con la madre y las dos hijas a Chawton Cottage a partir de 1809. En cuanto a los Bigg-Wither ahí estaban las tres chicas, Elizabeth, Catherine y Alethea, cómplices de confidencias y amigas de toda la vida, como las definiríamos nosotros. El hijo de la familia, Harris, fue el último pretendiente conocido de Jane, al que aceptó en un primer momento y luego rechazó. No consta que las hermanas se enfadaran por ello y debió prevalecer más la amistad y quizá el propio conocimiento de cómo era su hermano y lo poco que podría cuajar ese matrimonio. 

Algunas de esas amistades participaban de las veladas familiares de los Austen, en las que se hacían funciones de teatro, se leía en alta voz o se contaban cuentos. También conocieron en primicia las obras de la escritora, que ella les leía para recabar su opinión. Para Jane Austen la amistad era un sentimiento sagrado, de una gran importancia. Consideraba que no siempre la familia de sangre estaba en condiciones de proporcionarte los placeres de la complicidad y la comprensión, cosa que, en muchas ocasiones provenían de los amigos. A Elizabeth Bennet le duele profundamente que Charlotte Lucas a la que considera amiga íntima, acepte casarse con el señor Collins, a quien ella ha desdeñado y al que ve como un tipo ridículo y pretencioso. No la convencen las razones de Charlotte para ello aunque, al final, es capaz de entender que busca su acomodo y que para ella es mejor tener casa propia que depender de sus padres. La pobre Fanny Price ("Mansfield Park") no tiene buenas amigas ni, en realidad, familiares que la quieran y defiendan y de ahí su terrible situación. Otra mala amiga es la señorita Thorpe en "La abadía de Northanger" porque abusa de la buena fe de la inocente Catherine y eso es algo muy feo y que Austen muestra con claridad. 

Las heroínas de Austen buscan una buena amiga por sobre todas las cosas. Pero no todas lo consiguen, es más, resulta complicado para ellas por motivos diversos. La señorita Lucy Steele finge amistad hacia Elinor Dashwood ("Sentido y sensibilidad") y ya sabemos que lo que pretendía era hacerla partícipe de un secreto que a Elinor perjudicaba enormemente. Una mosquita muerta de la peor especie. Emma quiere tener amigas, pero al final, la única que tal nombre merece es su antigua institutriz. Elizabeth Bennet termina aceptando que solo puede confiar plenamente en su hermana Jane. Y Catherine Morland tiene la ventaja de una madre sensata que le da buenos consejos. Esperemos que los siga y deje de enredar. 

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