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Los hermosos veranos de los otros

 


Ves por las redes todos los hermosos veranos de la gente que no eres tú. Lo publicitan con ganas. No faltan las foto, los vídeos, las expresiones de alegría, los mensajes crípticos, los colores. Lanzan al aire esa idea gozosa de que están disfrutando de la vida. El verano, tenga los días que tenga, es para estas personas una muestra de que lo bueno existe y de que ellos merecen disfrutarlo. No sabemos por qué hay personas que lo merecen todo y otras que no merecen nada. No sabemos por qué hay afortunados y hay víctimas. Pero el verano es el escaparate en el que se lucen aquellos que están al otro lado del espejo, los que son contemplados por los ojos de los demás, quizá por la envidia, mientras esos demás esperan que terminen los atascos. 



Alguna vez viví la sensación de formar parte de ese mundo. De tener fotos que hacer y que mostrar. De que existían delante de mí caminos que había que recorrer, hoteles por visitar, restaurantes que probar, monumentos que conocer. Ese fue un camino que duró unos años y que se mostraba luminoso y entonces no sabía, no tenía ni idea, que no duraría siempre y ni siquiera sabía qué tenía que ver aquello conmigo. Toda la confusión de la infancia, cuando no sabes quién eres ni para qué, aparece en los años invisibles cuando ya no queda nada que sea tuyo y que verdaderamente te arrope a la hora de dormir. 


Relaciono el verano con el mar y también con la lavanda, con su olor imperecedero, con su color fastuoso. Las tierras se movían al paso del coche y el coche trazaba una elipsis perfecta, era el vehículo de nuestras aspiraciones cuando estas se conjugaban en plural. Pero todo pareció torcerse pronto y aún hoy no soy capaz de entenderlo. El único denominador común de todas esas absurdas situaciones era yo misma así que debo ser el motivo, debo ser la causa por la que los veranos se han oscurecido y ya la piel no brilla junto al mar o no se refleja el color de la luz en las lavandas. 


Una debería saber de antemano lo que eres. Debías entender si ese aprendizaje que tú misma trazaste tiene algún sentido. Me temo que en este caso no. Todo fue un revoltijo de ideas perdidas y de sueños atrasados, de miedos sin cobertura y de vacíos inmensos. No hay nada que indique que habrá en el futuro algún verano con sol, agua, sal, azoteas y penumbras. El atardecer parece conducir solo a la noche y no admite versos que lo exploren. 

(Imágenes del blog del fotógrafo)

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