Belfast en blanco y negro
Los conflictos de agosto de 1969 vistos por los ojos de un niño. Este es el resumen de "Belfast", 2021, la última película dirigida por Kenneth Branagh, que nació allí y que ha querido contar algo de lo que esa ciudad ambivalente significa para él. Sobrevuela los aspectos políticos y religiosos para detenerse solo en la peripecia vital de una familia, padres, hijos y abuelos, que se encuentran, sin quererlo, en el centro de una batalla campal. Es, pues la vida cotidiana la que se ve trastocada por los hechos y esto es lo que el director quiere contarnos. Después de mucho Shakespeare, Branagh aterriza volviendo la vista atrás. Él tenía nueve años cuando aquello sucedió. Su memoria es, pues, privilegiada.
Una de las virtudes de la película es que no pretende convencernos de nada, simplemente muestra lo que el niño vivió, que puede ser diferente de otras vivencias. Nosotros, los espectadores, podemos elucubrar lo que queramos, pero la intención de la película es más memorialística que moralista. Por eso el énfasis en los personajes, contados, que llenan la historia de veracidad y que han sido elegidos tan bien que no puedo ponerle pegas a ninguno de ellos. Su radiografía seguramente se correspondía con muchas otras: un padre ausente que trabaja en Inglaterra; una madre voluntariosa y de convicciones firmes; unos abuelos que a la vez son espectadores y participantes del conflicto; un adolescente que empieza a toparse de frente con el problema sin quererlo; y un niño de diez años que es el centro de la trama porque son sus ojos los que nos conducen. Un niño que, como todos los niños, se refugia en sus cosas: en la chica que le gusta, en los juegos, en el cine. Aquí está "Solo ante el peligro" y está "El hombre que mató a Liberty Valance", claro homenaje del director al mejor cinematógrafo.
Las películas sencillas como esta son importantes. Lejos de ofrecer los grandes pensamientos y las mayores acciones que existen en los conflictos o las guerras, los disturbios, las peleas, los encontronazos, optan por acerca una lupa a la pequeña existencia de los seres humanos y eso, al contrario de lo que pudiera creerse, las engrandece, las eleva, porque esa existencia simple es todo lo que tenemos y todo lo que podemos perder. Por eso la película está dedicada a los que se fueron, a los que se quedaron y a los que perdieron, incluso, la vida. Homenaje directo, probablemente necesario y de gran belleza formal el que ha inventado Branagh sobre esos primeros años de su vida que coincidieron con un momento clave en la historia moderna de Irlanda del Norte, ese lugar que lleva encima la carga tan difícil de administrar de una contradicción permanente.
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