Algo me ha señalado la salida
(Foto: Nina Leen. 1946)
Mi dulce flor de enero, dices, y con esa expresión
lo dices todo. Rebusco en mis recuerdos algunas palabras amables, algunos
adjetivos bellos, por ver si los encuentro, pero se escapan, se escapan con
demasiada rapidez y lo que veo en su lugar es una imagen que no me pertenece:
veo a un hombre ataviado con un abrigo oscuro, tocado con sombrero, del brazo
de una mujer a la que protege en medio de la lluvia, una mujer rubia que camina
ostensiblemente orgullosa de ser ella la elegida esta vez. Entre los dos no
estoy, ni se me espera, ni nunca tendré sitio. Es esa imagen la que permanece
hoy, la que se ha levantado conmigo esta mañana, porque estaba ahí escondida y
la lectura de ese libro la ha destapado, como si fuera un espíritu que
apareciera cuando le viene en gana. No arrojo esa imagen a las tinieblas del
olvido porque quiero recordar que, estos días pasados, cuando la ciudad en la
que vivo hervía de fiesta, un hombre de abrigo oscuro, tocado con sombrero, la
recorría agarrado al brazo de una mujer rubia, mientras mis ojos leían frases,
buscaban líneas, abrían libros, que contuvieran algún antídoto al dolor. Sin
hallarlo.
Algo me ha señalado la salida.
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