Me acuerdo de los besos que no hemos compartido, el aire leve sobre las comisuras, esa lengua fugaz en el centro del fuego, el ardor de la sangre con sabor a nostalgia. Me acuerdo de los besos bajo las buganvillas, el olor del verano abierto en las ventanas, el sabor de la mar escrita en los azules, todo lo que se pierde, todo lo que se siente. Me acuerdo de los besos con el temblor cercano, con el runrún suave de tu boca que vuela, con el muro del sueño firmemente apretado, con los dientes en celo, con el cuerpo sumiso. Me acuerdo de los besos que te daba en mis noches, a solas en mi alcoba, en un sueño cuajado, besos de hielo, sol, de caliente armonía, besos que no escribimos, besos blancos, los besos.
Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale. Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer. La verdadera pérdida d
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