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A mares

En la maravilla de la playa que frecuento en verano hay siempre mucha gente con un libro en las manos. Sobre todo por la tarde, cuando el sol es más clemente y favorece la lectura cómoda en una hamaca e, incluso, tirados en la toalla o la esterilla. No sé cuántas personas, de las que veo pasear o bañarse en esta playa, son conscientes de su belleza: una ensenada cuyo perfil se cierra por un lado, con Cádiz y, por otro, con el espigón de El Puerto. Al fondo, como si se tratara de una pintura impresionista, los veleros, siempre muy numerosos, los cruceros y otros barcos de gran tonelaje que están siempre balanceándose en la línea del horizonte. Es un paraíso como aquel del que hablaba Mecano en su vieja e histórica canción "Hawai-Bombay", pero un paraíso cercano y por eso, quizás, no le damos toda la importancia que tiene. La silueta de Cádiz está al alcance de la mano, estirándose desde los astilleros y el puente Carranza hasta el final, con la punta de San Felipe. Enmedio, los altos edificios de la Avenida, las torres-mirador que sobresalen del paisaje y la catedral, con sus cúpulas blancas y reconocibles.
Pues bien, mucha de esta gente que disfruta de la arena blanca de la playa y que la recorre de un lado a otro, porque ahora se ha puesto de moda el ejercicio, andan con un libro en las manos y la frase "¿qué estás leyendo este verano?" se oye en las tertulias y reuniones. Leer en verano significa encontrarte con una literatura que tú mismo defines como "más ligera", pero que no por ello deja de cumplir algunos de los encargos que cualquier libro se hace a sí mismo: te entretiene, te enseña, te hace feliz... Mis amigas de la playa leen en verano tomos enormes de novelas cuyas autoras (a veces también algún autor) no conozco pero que tratan, invariablemente, de amores imposibles, paisajes exóticos, salones abigarrados y mundos que te atrapan durante horas. Veo a más mujeres que a hombres leyendo en ese ritual veraniego de la sombrilla y la hamaca, pero esto puede ser, simplemente, porque los hombres prefieran quedarse leyendo en la terraza o el jardín. También los veo con sus IPAD o sus libros electrónicos y, en todo caso, haciendo cola, una cola enorme, en la librería para comprar la prensa diaria, lo que significa que el periódico, aunque viene más finito en verano (porque todo se para) también lo lee más gente.
En mi casa de la playa tengo aquellos libros que fueron comprados en los veranos y que se mantienen aquí, como si este fuera su sitio natural. Entre ellos, literatura india ("Una mujer casada"), clásicos contemporáneos ("El inútil de la familia"), muchas biografías, preciosos hallazgos ("Una casa veneciana"), y muchos libros de crímenes, ciencia y policías.

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