No pierdas la esperanza


Aprender cosas

Artículo de Antonio Muñoz Molina en su web personal. 14 de junio de 2011.

Desde la ventana de la habitación del hotel se veía el mar inmenso de Cádiz: una horizontalidad que no cabe por el balcón, que no abarcan los ojos, tan poco acostumbrados, menos aún después de la espera tortuosa en el aeropuerto, de la estrechez del avión. El mar alivia el cansancio, la noche escasa de sueño, el madrugón inhumano. Pero más aún lo alivia el encuentro con la gente del congreso, personas sabias y entusiastas que hablan con pasión de las cosas que saben, las que están investigando, las que no están seguros de llegar a saber. No conocía a Manuel Lozano Leyva, físico nuclear que me cuenta la emoción de trabajar en los grandes aceleradores de partículas, ni a Ignacio Morgado, que esta mañana hizo una intervención magnífica sobre las zonas diversas del cerebro que rigen la racionalidad y las emociones, mostrando imágenes de resonancias magnética. A Javier Armentia, director del planetario de Pamplona, ya lo conocía: su conferencia ha versado sobre la consentida infección pública de las pseudociencias, los horóscopos, los programas de “misterios” que difunden la superstición, los calendarios mayas, las pulseras “magnéticas”. Javier es un ilustrado entre furioso y humorista que dirige la colección “¡Vaya timo!”, y que está reuniendo un archivo pavoroso de la tontería humana y la irresponsabilidad periodística.

Pero me gustaba mucho también la calidad del público: profesores de Instituto casi todos, profesores vocacionales de Matemáticas, de Biología, de Física y Química, que ya no aguantan más las banalidades y las jergas y las imposiciones de los comisarios políticos de la educación, que siguen queriendo transmitir contra viento y marea la maravilla de la curiosidad, la observación, el razonamiento, el asombro ante los misterios verdaderos de lo real. En un descanso para tomar café vuelvo a encontrarme a mi amigo Alfonso García Mota, compañero de instituto en Úbeda y de piso de estudiantes pobres en Granada, profesor de Química. Y un poco después me saluda con mucha cordialidad un científico que ha dirigido expediciones a la Antártida. No me explico cómo hay gente que se aburre en la vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

The Idea of You: cuarenta y veinticuatro

El amor es una cabina de teléfonos

Enaguas de seda rosa

Dejé pasar el autobús

Sí. Necesitan más ayuda.

En la librería

Sevilla. El pretérito perfecto. Ignacio Camacho y Ricardo Suárez

"La hija del tiempo" de Josephine Tey

¡Qué verde era mi valle! (1941, John Ford)

La riada