Mi compañero de Informática José María Raya me alerta por correo electrónico de la muerte de Josefina Aldecoa. Así que, de urgencia, aquí van unas líneas para despedir a alguien a quien deseé fervientemente conocer. La figura de Josefina Aldecoa (Josefina Rodríguez, en realidad) me pareció siempre tan interesante... Compartió su vida con Ignacio Aldecoa, de quien tomó su apellido, y con una serie de escritores que tuvieron un papel relevante en la postguerra española. Ella había nacido en La Robla, provincia de León, en el año 1926. Hace muchos años, a mi casa llegó su libro "Historia de una maestra" y todas las hermanas lo leímos. Curiosamente, el último libro que he leído de ella se llama así "Hermanas". "Historia de una maestra" nos envolvió a todas (a mi madre también, ahora lo recuerdo) en la atmósfera especial que ella creaba en torno a la escuela, a la enseñanza. Cuando ahora hay tanta gente que se dedica a enseñar sin vocación, como la última posibilidad, Josefina Aldecoa representaba el arte de enseñar, la pasión por transmitir a los niños tantas cosas como forman nuestro legado cultural. Pensando en Josefina Aldecoa todavía me parecen menos soportables los profesores y los maestros que defraudan cada día el derecho de los niños a aprender. Y más importantes los otros: los que ponen todo lo que tienen para lograr el milagro del aprendizaje.
Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo. A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan
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