A partir de hoy, 30 de junio, este blog se toma un descanso. Sus lectores están ya de vacaciones y es momento de que recarguemos las pilas para el próximo septiembre. Si algún día aparece algo nuevo en el blog, será porque la necesidad de contar cosas es más fuerte que el descanso. Así que, como los niños y las mujeres de Sorolla, vamos a mirar al horizonte más azul, el que nos ha acompañado desde siempre y a pensar en toda esa gente que nos quiere y nos entiende. Vamos a olvidarnos de lo malo y a buscar, en las horas largas y lentas del verano, el bálsamo perfecto para que ese tiempo se quede en nuestra retina cuando llegue el otoño. Días de playa, de sol, de paseos y de charlas. Días de terraza y caminatas. Días de visitas, de familias y amigos. Días de música. Apodaca, Real, Ancha, Carraca, nombres de calles y plazas. Sonidos antiguos. Gente con nombre y apellido que siempre sonríe cuando nos ve. Vecinos y caras del pasado que tienen todos algo que decir y preguntar. Noches de cena junto a los esteros. La risa de los niños. Mi ahijado, David. Jugar a los personajes, comentar películas, atiborrarse de palomitas en el cine. Recorrer tiendas. Escribir. Ir a casa de Manolita. Esperar a Lale, que viene de visita. Acudir a una fiesta en casa de Mari. Charlar en la piscina. Impaciente soledad de los libros abiertos que queremos acabar en un suspiro. Libros por todas partes, en la maleta, en la cómoda, en la mesilla, libros en la cocina. Escribir. Veros. Estar con vosotros con todo el tiempo por delante.
Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo. A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan
Comentarios
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Un Saludo
míarodriguezsoto@yahoo.es