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Screwball en la sala de prensa


Esta es, sin duda, una de las mejores interpretaciones de Cary Grant. Y no necesita cambiarse de ropa cada diez minutos, ni pasearse por la Costa Azul, ni siquiera necesita de los primeros planos para lanzarnos una Opa hostil en forma de Screwball de categoría. Howard Hawks es el director perfecto para lograr unos trepidantes diálogos y ese duelo sin descanso entre Grant y la no menos inspirada Rosalind Russell, extraordinarias facultades para la comedia y para las comparaciones. Solo ese cruce de miradas ya vale gastar 96 minutos en la película. 

Los temas periodísticos siempre dan juego en el cine y aquí se abordan sin ningún escrúpulo. Todos están pendientes del próximo ahorcamiento del infeliz Earl Williams, a quien únicamente una chica bastante peculiar como Molly Maloy va a echar de menos. No hay tiempo para nada. La falta de tiempo, la urgencia con la que ha de hacerse todo, es el hilo conductor de la trama. Hildy Johnson ha de marcharse a Albany para casarse con su prometido, Bruce Baldwin, que guarda un asombroso parecido con Ralph Bellamy, como el mismo Grant se empeña en destacar. El director del Morning Post, Walter Burns (asimismo con el rostro y el aspecto de Cary), sigue enamorado de Hildy, con la que estuvo casado, pero ella no aguanta, o eso parece, la vida del periodismo extremo, siempre al filo de la noticia y siempre anteponiendo cualquier acontecimiento a la vida familiar y amorosa. 


En esta situación personal rocambolesca no se le ocurre al alcalde y al shérif otra cosa que organizar el ahorcamiento de Williams, acusado de matar a un policía negro, en un supuesto rapto de locura y después de llevar algunos días sentado en el parque, al modo "lunes al sol", porque lo han despedido del trabajo. En la sala de prensa de la Audiencia, a la que acude Hildy con un pacto in extremis con su antiguo jefe y marido, están los periodistas de los diversos medios fumando y jugando a las cartas. Todos hablan por teléfono con sus redacciones, intentando contar lo más sensacionalista. En realidad, cada uno ve un mismo hecho con distintos ojos. Esta es la prensa de sucesos y así la muestra Hawks, sin contemplaciones.

"¿Por qué no ahorcáis a ese hombre a las cinco en lugar de a las siete? Así saldría la noticia en la primera edición" Esta es una pregunta natural para los periodistas que persiguen al shérif queriendo detalles. Bromean con la muerte y se toman la pena de ahorcamiento como si fuera un incidente más, como el tirón de  un bolso, o el robo de una cartera. Walter y Hildy no son mejores que ellos. Quizá tienen más talento o sentido del humor o chispa. Pero saben que su objetivo está en conseguir la primicia, la exclusiva, la foto, la noticia, en suma. Y que el tiempo es su mayor enemigo, el hándicap que cubrir.
En paralelo a la lucha por ganar la carrera profesional está también el lazo que los une a pesar de las diferencias y a pesar de que, hasta ahora, no han sido felices. Hildy quiere algo que Walter no puede darle y él se engaña pensando que ella terminará conformándose. El caso es que la ejecución de una sentencia de muerte será el motivo por el cual se vuelvan a acercar y a conjurar sus antiguos deseos. Quizá están hechos el uno para el otro aunque lo nieguen o aunque no lo sepan.

"His Girl Friday", título original de "Luna nueva" (1940) fue una adaptación de una obra de teatro, escrita por Ben Hecht y Charles MacArthur. En 1974 Billy Wilder hizo otra adaptación en la que se trataba de una pareja masculina, de amigos, con Jack Lemmon y Walter Matteau, aunque manteniendo los tiras y aflojas y los diálogos disparatados de la obra, en la mejor tradición del Screwball hollywoodense que había surgido tras la Gran Depresión y que tuvo sus años felices en los treinta y los cuarenta.

Se trata de una película claustrofóbica, que transcurre en espacios muy concretos y cerrados: la redacción del Morning Post, atestada de telefonistas, redactores, mesas de trabajo y gente que se mueve de un lugar a otro; la comisaría de policía, a la que llevan al pobre Bruce en varias ocasiones, siempre por mandato del inefable y cara dura Walter y, sobre todo, la sala de prensa de la Audiencia, un sitio lleno de enormes ventanales, muebles que parecen no servir para nada (aunque luego se le encuentra utilidad a un bureau muy respetable), teléfonos que están constantemente sonando y enormes mesas, sillones y máquinas de escribir. Todo sea por ser el primero en contar lo que pasa. Incluso lo que no pasa.

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