Ir al contenido principal

Leer y existir. "Un debut en la vida" de Anita Brookner

A Start in Life, publicado en 1981, es la primera novela de Anita Brookner que, sin embargo, tenía ya amplia trayectoria académica y había publicado libros de Arte. Esta hija única de padres polaco-estadounidenses, que nunca se casó ni tuvo descendencia, aparece en la vida literaria española con esta traducción de su primera novela a cargo de Libros del Asteroide

La edición tiene un prólogo de Julian Barnes, impagable, que corresponde a un texto publicado originariamente en The Guardian el 18 de marzo de 2016, ocho días después del fallecimiento de la escritora. El prólogo termina así: "No creía que Anita temiese la cercanía de la muerte, porque su profunda comprensión del mundo incluía una profunda comprensión de la muerte, y me imaginé que no le inquietaba llegar al final del recorrido. No sé si efectivamente fue así, pero estoy casi convencido". 

Anita Brookner había nacido en Londres en 1926 y obtuvo reconocimientos académicos a su intuición, trabajo, inteligencia y talento. Después de su doctorado en Arte, en 1967 consiguió la cátedra Slade en la Universidad de Cambridge, la primera mujer en lograrlo. Publicó diversos estudios sobre temas artísticos y  hasta los cincuenta y tres años no publicó su primera novela, precisamente esta. Le siguieron otras veintitrés. Con la titulada Hôtel du Lac, de 1984, fue ganadora del Booker Price. 

Un debut en la vida es la historia de una mujer que ha convertido la lectura, los personajes y temas de los libros, la literatura en suma, en el referente máximo de su vida. Es el libro que todos los lectores deberían leer. Los motivos de esa mujer son sencillos: lo hace porque no tiene otro remedio, a modo de refugio, de protección. Sus padres no le ofrecen la más mínima ayuda en ese proceso vital de crecer así que el relato nos adentra en la contradicción que la vida ofrece con respecto a la imaginación, a la fantasía de la palabra escrita. Ruth Weiss, la protagonista, analiza los acontecimientos que le ocurren con cierta distancia, escepticismo, sentido del humor, pero también amargura y desolación. 

La espera ante la primera cita: "En general, el acontecimiento imaginado resulta al final bastante anodino comparado con el estado de ánimo previo". 

La ocupación laboral de cada día: "El trabajo es la vocación elegida de quienes no sienten otra llamada a su debido tiempo". 

El sentimiento amoroso: "Sin amor no había ninguna razón para la esperanza". 

La dificultad de aceptarse a sí misma. La forma en la que los otros la ven. Los amigos verdaderos y falsos. Los hombres astutos. Los hombres débiles. La vida académica. La vida real. Las pequeñas cosas. Las casas, sus objetos, sus paisajes, sus decorados. 

La madre de Ruth, Helen, es esa clase de madre que no sabe serlo porque todo su espacio lo ocupa ella misma. Histriónica, despreocupada, excesiva, con afán de protagonismo. Su padre, George, es el típico padre evasivo, con afectos discontinuos, con una gran tendencia a la comodidad y específicamente infiel. En la novela aparecen otros personajes, como su amiga Anthea, triunfadora y superficial, con la que Ruth tiene una relación de compromiso. También está la señora Cutler, oportunista ama de llaves, que se adueña del sitio de su madre hasta que se cansa del juego de las vajillas sucias y las habitaciones sin barrer. La señorita Parker, la profesora que conoce el talento de la chica y que la incita a ir a la universidad, en esa línea que tantos profesores siguen y que tantos alumnos agradecen porque, de lo contrario, se perderían muchas inteligencias. 

Richard es el hombre con el que Ruth tiene su primera cita. Una primera cita desastrosa en el apartamento mínimo y sin lujos que ha alquilado en la primera parte de la novela para no tener que soportar el estilo de vida de sus padres. Como suele suceder con muchos encuentros destinados al fracaso, Ruth lo prepara todo con esmero, se prepara ella misma para la espera, pero la contrapartida es un Richard que llega una hora y media tarde (la comida fría, el maquillaje deshecho, el corazón partido) y se pasa todo el tiempo hablándole de una de esas protegidas. Richard es uno de esos tipos que prefieren tener gente a su cargo que sentir de igual a igual.

Dejar atrás la vida de familia es un requisito del crecimiento personal. Así que ahí está París, aunque sea en una minúscula y molesta habitación, aunque eso te obligue a bañarte antes de las seis y a no tardar más de un cuarto de hora en el baño. En ese entorno de libertad, donde los paseos al aire libre, la biblioteca nacional y Balzac tendrán tanto que decir, es posible que encuentres alguna joven pareja de la que se haga amiga, algún profesor de quien se crea enamorada y algunas explicaciones para sí misma: qué desea, qué necesita, qué quiere hacer con su vida.

Como ocurre en la vida real, la familia es un peso que no puede obviarse aunque se quisiera, aunque sea tan poco cariñosa como la que forman, extrañamente, George, Helen y Maggie, la señora para todo. Y la existencia de la voluntariosa Ruth, ese sueño de experimentos propios, de flequillos a la francesa, de gabardinas y zapatos de colores claros, quizá quede truncado o, al menos, disminuido, por la obligación, esa odiosa palabra que a todos nos ata y que cercena las oportunidades y acota los deseos. Incluso cuando tus padres no son un ejemplo de perfección hay algo en ti que te advierte de que cuidar de ellos no es algo en lo que puedas opinar sino una especie de destino fijado, una marca que va de padres a hijos y viceversa.

De esta forma el libro se desliza sobre rieles firmes, sobre los pormenores de una biografía presidida por la lectura y el trabajo intelectual. La autora, cuya sólida formación se observa con toda claridad en lo culto de su lenguaje, desliza aseveraciones que merece la pena anotar y repensar. Desliza ideas, emociones, sentimientos y frases que no se pueden dejar caer en saco roto, son parte del encanto del libro, parte de su esencia, esa sensación vivísima de que asistimos a una verdad en la que nosotros también tenemos algo que decir.

Como suele pasar con los lectores, los libros, este libro, te llega en el momento adecuado. En el sitio y el lugar exactos de tu vida que te proporcionan el total entendimiento de lo que pretende decir y de lo que dice. De lo que te dice a ti directamente. No todo es agradable. La enseñanza final te crea desasosiego, precisamente por su anuncio de veracidad, por su juego de espejos, porque observas más allá de lo que se cuenta. Y Ruth va y viene de su casa a la vida de forma intermitente.

La infelicidad: "Observó atentamente a la pareja, como si fueran ejemplares de una especie desconocida. De hecho, eran una especie desconocida. Eran felices"

El enamoramiento: "Entonces ¿es todo un juego?- preguntó. Anthea también la miró con tristeza. Solo si ganas- fue su respuesta- Si pierdes es mucho más grave"

La evidencia: "El amor impone ciertas obligaciones que son constantes. Un amante intermitente no sirve de nada para una persona de valentía y dignidad"

Y, como decía Balzac: "Mejor un mal ganador que un buen perdedor".

Un debut en la vida. Anita Brookner. Editorial Libros del Asteroide. Primera edición 2018. Prólogo de Julian Barnes. Traducción del inglés de Catalina Martínez Muñoz.

Comentarios

Tabuyo Alonso ha dicho que…
Parece una lectura muy intensa así que de momento la dejo pasar. Me da que necesita ser leída en el momento adecuado.

Besotes.
Caty León ha dicho que…
Si. Mejor en tiempos optimistas. Apabulla un poco. Pero está extraordinariamente bien escrita. Un beso.

Entradas populares de este blog

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la

Woody en París

  Los que formamos la enorme legión de militantes en la fe Allen esperamos siempre con entusiasmo y expectación su última película, no la que termine con su carrera sino la que continúe con la misma. A ver qué dice, a ver qué pasa, a ver qué cuenta. Esperamos su narrativa y sus imágenes, creemos en sus intenciones y admiramos que vuelva a trabajar con profesionales tan magníficos como este Vittorio Storaro, director de fotografía, que dejó en la retina sus dorados memorables en otras de sus películas y que ahora plasma un París de ensueño. ¿Quién no querría recorrer este París? En el imaginario Allen tiene un papel esencial la suerte, la casualidad, aquello que surge sin esperarlo y que te cambia la vida. Él cree firmemente en eso y nosotros también. Shakespeare lo llamaría "el destino" y Jane Austen trataría de que la razón humana compensara las novelerías de la naturaleza. Allen también cree en la fuerza de la atracción y en la imposible lucha del ser humano contra sí mismo

Días de olor a nardos

  La memoria se compone de tantas cosas sensibles, de tantos estímulos sensoriales, que la mía de la Semana Santa siempre huele a nardos y a la colonia de mi padre; siempre sabe a los pestiños de mi invisible abuelo Luis y siempre tiene el compás de los pasos de mi madre afanándose en la cocina con sus zapatos bajos, nunca con tacones. En el armario de la infancia están apilados los recuerdos de esos tiempos en los que el Domingo de Ramos abría la puerta de las vacaciones. Cada uno de los hermanos guardamos un recuerdo diferente de aquellos días, de esos tiempos ya pasados. Cada uno de nosotros vivía diferente ese espacio vital y ese recorrido único desde la casa a la calle Real o a la explanada de la Pastora o a la plaza de la Iglesia, o a la puerta de San Francisco o al Cristo para ver la Cruz que subía y que bajaba. Las calles de la Isla aparecen preciosas en mi recuerdo, aparecen majestuosas, enormes, sabias, llenas de cierros blancos y de balcones con telas moradas y de azoteas co

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c