¿Qué fue de aquel sombrero?


 /Foto Gema Guerrero/

Todos los momentos felices merecerían conservarse. La tristeza tiene más tirón, genera más literatura, es más cinematográfica. Pero la alegría lleva consigo una etiqueta que debería ser imborrable. Que a esos momentos felices la memoria no los triture, que el paso de los años no los convierta en añicos. No es solamente la buena compañía, la risa cómplice, es el olor del campo en primavera, la risa de Gemma convertida en fotógrafo, el trotecillo de Beltrán que se enreda en los pies, el olor del guiso en la cocina del chamba, las voces amigables que recorren el porche, el aire azul, azul, de un día de esperados encuentros... Todo traza una efímera alianza en ocasiones para que el recuerdo se convierta en certeza. Sí, éramos nosotras, lo vivimos, estábamos allí. Fuimos felices. 

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