La riada


 Mi madre contaba siempre los detalles que a ella le llegaron de la riada del 19 de octubre de 1965 en Chiclana. Ella pasó esas horas en vilo, llorando según cuentan las vecinas, pensando en qué le había sucedido a su familia. En la foto se ve la farmacia de su primo y, en la esquina del Cabezo, la casa familiar, que se libró seguramente porque vivían en la primera planta. Sus dos balcones se asoman a la foto. Pero a la izquierda están las casas de las tías Teresa y Lola, que se perdieron completamente. Eran unas casas increíbles, como si fueran conventos, decía mi madre, de lo llenas que estaban de esculturas y cuadros. Algunas historias quedan siempre en la memoria de los niños y mucho más cuando tienes una madre que te las narra con paciencia y muchos detalles. La destrucción del Teatro García Gutiérrez, por ejemplo, situado junto al río, o el arrase completo de la Alameda, por donde paseaban las muchachas en su juventud. Ella sintió aquellas pérdidas como la del paraíso perdido de la infancia. La plaza de España dejó de ser un lugar recoleto, lleno de casas, para convertirse en casi una rotonda. Y el pueblo dejó de mirar de frente al río. 


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