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La prima Eliza

 


Anna Sophia Alexander Robertson. Pintura de James Peale, 1816. 

El bloqueo francés del Reino Unido provocó cambios importantes en el Hampshire rural en que vivía Jane Austen. Ella tenía trece años al estallar la Revolución Francesa y vio como el país se mantuvo en guerra contra Francia hasta sus treinta y nueve, es decir, el espacio cronológico que ocupa entre 1789 y 1815. El precio de los cereales se elevó, aumentó la presión a los terratenientes para que llevaran a cabo el cercado de los campos y para que fertilizaran el suelo e impidieran el paso a las personas y animales que antes cruzaban por ellos libremente. Esos crecimientos supusieron una modificación de la vida rural. No era tan solo levantar una valla, sino que también afectaba a la condición legal de la tierra y a los antiguos derechos a pastos o a explotación. Todas estas novedades económicas y sociales las conoció Jane Austen directamente porque su vida transcurría en un entorno rural. A la familia, el comienzo de la guerra, en febrero de 1793, le supuso que uno de sus miembros, Henry, se alistara. 

Dos meses más tarde Henry Austen aparece como teniente de la milicia de Oxfordshire, donde estuvo cinco años. El entusiasmo colectivo y contagioso de los jóvenes de la época por la guerra se puede comparar al de los confederados en la guerra de Secesión de los Estados Unidos. Un cierto espíritu caballeroso los inundó a todos y no se veía más allá de lo que suponía lucir uniformes o cargar contra el francés. La explosión de patriotismo se correspondió con una leva masiva, igual que se había hecho en Francia y, por supuesto, cualquier victoria era motivo de grandes celebraciones. No parecían ser demasiado conscientes del gasto en hombres, aunque las mujeres eran las primeras perjudicadas: el número de solteras aumentó de forma considerable. 

En Steventon se logró reunir un pelotón improvisado de treinta y nueve hombres sanos entre los quince y los sesenta años. Sus armas eran hachas, picos y palas, más propias de campesinos que de soldados, pero era lo que tenían a mano. Tampoco poseían instrucción militar ni disciplina pero venían a cubrir en cierto modo el temor de la población a una invasión por mar desde Francia, algo que aparecía en las pesadillas de los ingleses este tiempo pues estaban seguros de que iba a ocurrir de un momento a otro. 

Había otro motivo para que el "asunto francés" estuviera muy presente en la vida de los Austen, un motivo directo y familiar porque la hija de la tía Phila (hermana de George Austen, el padre) llamada Eliza, se había casado con un conde francés bastante oscuro. La boda no fue nada afortunada y las intenciones del conde se consideraron siempre bastante dudosas. Eliza era un buen partido, no solo por su atractivo físico, vivacidad y buen carácter, sino porque había recibido una herencia en fideicomiso de diez mil libras. El conde Feuillide se marchó a Francia mientras su esposa permanecía en Inglaterra por la muerte de su madre y no pudo tener peor idea, porque fue apresado y guillotinado en 1794. Cómo se trataría en Steventon la noticia del guillotinamiento es algo que no ha pasado a nosotros. 

Eliza se había quedado viuda con un niño enfermo, Hastings, que sufría convulsiones, quizá parecidas a las de George, el segundo hermano Austen que vivía recluido con una familia en el campo. Pero ella no estaba dispuesta a separarse de su hijo y lo cuidó con esmero hasta que murió con quince años. En ese momento ella tenía treinta y cuatro y poseía belleza, atractivo y buen carácter, de modo que no le faltaron pretendientes, entre ellos dos de los hermanos de Jane: James, el mayor, clérigo y viuda con una hija, y Henry, el favorito de Jane, de carácter aventurero y muy negociante. Parece que James prefirió ir sobre seguro y casarse con la señorita Mary Lloyd, bastante fea y malhumorada, de modo que Eliza se casó con Henry. 

El eco de todo esto en las novelas de Jane Austen aparece disperso y como migas en el camino de Pulgarcito. Hay referencias a términos franceses en personajes que tienen cierta sofisticación, pues así era como se consideraba el uso de esa lengua. También hay presencia de la milicia acantonada, por ejemplo en "Orgullo y prejuicio", que está en el pueblo de Meryton, cercano a Longbourn, propiciando así las continuas visitas de las chicas. Es una milicia alegre, a pesar de todo, incluso cuando la guerra estaba en su crudeza, más atenta a los bailes y a las diversiones que a la lucha. Casi todas las chicas Bennet, incluida la madre, suspiraban por un casaca roja. 


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