En el mes de mayo de 1799 Jane Austen estuvo en Bath con su hermano Edward y su esposa. Allí permaneció el grupo durante unas seis semanas, en una casa alquilada en Queen Square. Jane tiene por Bath una especie de sentimiento de amor-odio. No deja de aparecer en sus novelas, aunque siempre con una crítica soterrada al ambiente frívolo y superficial que allí se disfrutaba. También en su vida, porque, tras la jubilación de su padre, la familia se instala allí. Solamente forman parte de ese núcleo familiar los padres y las dos hijas, Cassandra y Jane, por lo que se abre una etapa diferente a la rural que hasta entonces y durante veinticinco años de su vida, había tenido. La etapa de Bath abre interrogantes en su forma de ver el mundo y en su obra. Es una especie de frontera. Ha dejado de ser una jovencita y tiene que pensar con seriedad en qué hará con su vida. En realidad, la vida de todas las mujeres estaba predeterminada, sobre todo en su clase social, que no tenía ni dinero ni podía ejercer trabajo alguno. Las muchachas de la gentry estaban obligadas a hacer un buen matrimonio para poder depender de un esposo con medios o, por el contrario, a depender (siempre depender) de otro pariente masculino, también con medios para ello. Una rueda imparable.
Edward es el simpático y agradable hermano de Jane que los primos Knight, que no tenían hijos pero sí riqueza y herencia, acogieron como suyo y que le dieron su apellido llegado el momento. Ese hecho fue decisivo para proporcionarle a Jane una última morada en la que vivir sin preocupaciones. Fue Chawton. Pero eso llegará más adelante. Ahora, en este mayo de 1799, Jane está en Bath (no es su primera estancia) y allí ocurren pequeños acontecimientos que ella relata puntualmente en cartas.
Bath es una ciudad extraordinaria. Sus termas de aguas curativas son, desde siempre, un reclamo para la población más pudiente, que intenta mejorar su salud a base de baños, barros, inmersiones y pócimas. La humedad reina en sus calles, en su subsuelo y en sus casas, pero esto parecía surtir efecto en la salud de sus visitantes y es un enclave turístico (esta denominación es demasiado moderna, es cierto) muy antiguo. La belleza de algunas de sus edificaciones completa el conjunto de atractivos. Y luego estaba la vida social. Todo se reducía, para esos habitantes temporales, a los baños, los paseos y los bailes.
Edward Austen en este año de 1799 tenía treinta y un años, pues había nacido en 1768 en Deane, la primera rectoría en la que vivió la familia Austen tras la boda, en 1764, de George Austen y Cassandra Leigh precisamente en Bath. Edward fue el último de los hijos nacido en Deane (siguió a James y a George), pues el resto de la prole nacería en Steventon. Ambas parroquias eran regidas por el padre de Jane y en su momento cedió Deane a su hijo mayor, también clérigo, James. Luego, tras jubilarse, subcontrató Steventon, casa incluida, a James.
El motivo de esta estancia en Bath era muy sencillo: Edward tenía ataques de gota, una enfermedad muy frecuente en esta época en la que la alimentación era demasiado abundante y poco sana. Allí se disponía de un enorme número de médicos, cirujanos, farmacéuticos, dentistas, gente dedicada a mejorar la salud de sus clientes, a los que cobraban una cantidad suculenta de dinero. Puede decirse que Bath era para ricos. Claro que solo los ricos, que podían permitirse comer a base de salsas espesas, pudines de carne, bebida a mansalva y pasteles recargados, eran propensos a sufrir gota. Mucho de lo que ocurría en Bath era puramente sugestión. La mayoría de los remedios no servían para nada y lo único que sucedía era que actuaban a modo de placebo, de manera que los pacientes estaban convencidos de que mejorarían. Parece que surtían más efecto las diversiones, al menos sobre el aspecto psicológico de los supuestos pacientes que, en realidad, tenían demasiado tiempo libre y lo dedicaban a pensar en sí mismos.
El urbanismo de Bath extasiaba a los visitantes y lo mismo puede decirse de sus casas, la mayoría de ellas amplias, espaciosas, con hermosas habitaciones y todos los inventos de la vida moderna de aquel tiempo. Era una ciudad perfecta en la que la vida era agradable para todos porque había muchas formas de distracción, comodidades, atención a los gustos de la mayoría, tiendas que visitar y en las que gastar, incluso bibliotecas para los amantes de la lectura. Pero Jane estaba muy apegada a la vida campestre, como suele suceder a todos aquellos que se han criado en el campo. Esta querencia por la ruralidad que manifiestan los ingleses es llamativa. El aire libre, la naturaleza, los campos, los árboles, todo lo que tiene que ver con el cambio de las estaciones, con las horas del día, todo lo que el ojo humano observa a su alrededor sin que lo perturben las circunstancias, todo eso era el ecosistema en el que Jane se movía y quería moverse. Ese vaivén de la ciudad en acción no parecía importarle y, de hecho, le molestaba.
En algunos de sus libros Bath es el sitio al que acuden los jóvenes a buscar pareja. Esto debía parecerse mucho a la realidad. Familias enteras se asentaban allí para frecuentar los lugares de reunión con la esperanza de casar a sus hijas, sobre todo. Los muchachos oteaban el horizonte y elegían a sus presas. Todo parecía muy conveniente pero tenía su trasfondo oscuro y creo que ella lo captó en su momento. Era una especie de mercado de afectos que no le agradaba. Las relaciones que se establecían allí tenían una pátina de superficialidad que le desagradaba. No eran de fiar. Eso se observa en, por ejemplo, "La abadía de Northanger" donde Isabella se hace amiga de la protagonista, Catherine Morland, pero con una intención muy interesada con respecto al logro de sus fines. En esta novela, obra maestra de la sátira, la doble cara de Bath aparecía espléndidamente reflejada. Jóvenes ociosos se pasan el día paseando a pie o en coche de caballos por las calles húmedas y pegajosas de la ciudad, para acabar la tarde en una partida y la noche en un baile, fijando su mirada en las muchachas, de las que antes se han informado convenientemente. En "Emma" el señor Elton se marcha a Bath a buscar esposa después de que la señorita Woodhouse lo rechazara. Allí encuentra a una chica con buena dote y bastante estupidez, llamada Augusta, con la que se casa e irrumpe en la sociedad de Highbury de manera, digamos, poco acertada. Augusta Elton es una tonta de remate en la misma línea que lo son las hermanas de Bingley, por ejemplo.
En esta visita a Bath, previa al momento en que la familia se instala allí, Jane tiene 24 años y, aunque tenía ganas de volver a su casa, no debió pasarlo mal, sobre todo porque la vida en Hampshire se había resentido mucho de la carestía en época de guerras como aquella. Y también porque los 24 años de entonces eran un tic-tac de reloj muy potente. Había que casarse ya o sería demasiado tarde. ¿Sintió ella esta premura alguna vez? ¿Se sintió obligada a buscar marido? No parece que esto sea así.
(Todas las fotos son de Bath en la actualidad)
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