Tyrone, my love
Entre las amigas de adolescencia de mi madre estaba una, Remeditos, que pasó toda su juventud enamorada de Tyrone Power. Suspiraba cada vez que veía su rostro en esos cartelones grandes que colgaban de la calle del cine, tan cercana a su casa. En los afiches podía verse el rostro del actor, con una mezcla de complicidad y elocuencia, un rostro amable, que recordaba al de los hombres con los que ellas se encontraban cada día, aunque, eso sí, mucho más guapo. Tyrone Power era el ídolo de juventud de muchas chicas pero para esta en concreto era muchísimo más. Era su amor verdadero, el que la hacía soñar, el que aparecía en sus fantasías de colegiala y luego de muchacha en flor. Lo llamaba, así en confianza “mi Tyrone Powito“. Pronunciése tal y como se escribe, por favor. Las chicas de pueblo, ya lo escribió Edna O´Brien, guardan sus pasiones en un tarro de cristal inalcanzable para los ojos de todos.
Billy Wilder es un dios para Garci y para muchos otros cinéfilos que piensan, pensamos, que posee uno de esos talentos tan raros que son capaces de abordar todos los géneros, e, incluso, todos los campos artísticos, y aún más, toda la peripecia de una vida. El guión, la producción, la dirección, pero también la supervivencia en un entorno hostil. Leí hace algún tiempo su biografía e impresiona de verdad cómo ese talento estuvo siempre presto a salir en las condiciones más adversas que uno pueda imaginarse. Cuando hablamos de lo difícil que es nuestra vida actual bien poco pensamos en aquellos que, años atrás, tuvieron que comenzar de cero, no una vez, sino muchas.
Wilder y Harry Kurnitt escriben este guión sobre el argumento de una obra teatral de Ágatha Christie, de título original “Witness for the prosecution“. Como soy agathachristifans desde la cuna, en una devoción heredada, cómo no, de mi madre, qué puede haber mejor que una historia de la maestra del suspense para enhebrar una película redonda. Los argumentos de la señora Christie están pensados para que el miedo, la zozobra o la angustia se disfruten. Sus personajes no son, por ello, horribles psicópatas, sino, al contrario, gente normal, gente que puedes encontrarte por la calle, pero que se deja llevar por algunas de las pasiones más extremas del ser humano. El odio, la venganza, el dinero. Ah, el dinero. Aquí está el quid de casi todo, decía ella, tan práctica como lo puede ser mi tía Lola, ella misma un ejemplo directo de cómo ser práctica en la vida te hace vivir mucho y bien.
Y, en esas historias, siempre una vuelta de tuerca, un desenlace que retuerce y retuerce el argumento inicial, pero, con tanta gracia, tan donosamente, que da la impresión de que todo estaba ahí desde el principio. Como decía mi madre al acabar de leer alguna de sus novelas “ahí estaba todo y yo tenía que haberlo visto“. Porque nada se esconde, nada se disimula, más bien se hace ostentación de ello, aunque, claro está, velado por una tramoya que nos lleva a equivocarnos en nuestras osadas predicciones.
La elección del reparto fue crucial. Porque la credibilidad del argumento se basa en que los actores resulten creíbles. En eso no se puede fallar. Si quieres que yo me sumerja en la historia, que escuche los argumentos de Christine, la esposa alemana del protagonista, o del propio Leonard Vole, el acusado de haber asesinado horriblemente a una mujer rica para quedarse con su dinero, entonces ellos tienen que ser gente de carne y hueso. Por eso, seguramente, Wilder eligió a dos actores antagónicos, que, de otra forma, no hubieran cruzado sus interpretaciones. Nadie más lejano de Tyrone Power que la Dietrich, Marlene, ella misma.
Sin embargo, aunque Remeditos solamente tenía ojos para su Tyrone, en la película hubo un antigalán, un hombre viejo, gordo, cansado y feo, para hacernos penetrar en el desasosiego clásico de nuestra Ágatha. Y ese hombre es Charles Laughton y ahí aparece acompañado de su enfermera, mujer en la vida real, Elsa Lanchester, formando una pareja singular y encantadora. El viejo gruñón y la enfermera insistente. Tal para cual.
Los dramas judiciales tienen éxito en el cine. Este es un drama judicial que, al mismo tiempo, se convierte en un thriller. Y es, asimismo, una historia de amor. Pues es el amor el que mueve a Christine, el amor que movió a Remeditos a guardar fidelidad toda su juventud a Tyrone, el amor el que hace que surja la mentira, el engaño, el disfraz, y, por fin, los crímenes. Dos. Recuérdalo. Y solamente uno de ellos por amor. O quizá los dos, tendría que pensarlo.
Sinopsis
El prestigioso abogado Sir Wilfrid Roberts se encarga de la defensa del joven Leonard Vole en un caso de asesinato. La esposa del acusado, Christine, jugará un papel crucial en la trama y protagonizará el asombroso desenlace en el que nada es lo que parece y en el que el interés y la pasión juegan sus bazas a partes iguales.
Algunos detalles de interés
La película se filmó en 1957, producida por la United Artist, y fue la última que rodó en su totalidad Tyrone Power que murió durante el rodaje de su siguiente película “Salomón y la reina de Saba“. Estuvo nominada a seis Óscars y cinco Globos de Oro la interpretación de Charles Laughton, en su categoría de mejor actor extranjero. El apartado técnico cuenta con dos reputados profesionales. Matty Malneck como responsable de la música y Russell Harlan de la fotografía.
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