Mirándote
Te recuerdo en la noche: eran tus ojos. Atraviesa las horas y convoca los días porque así lo quisimos, los dos en esta orilla. El puente rezumaba calor y los barrotes tenían el aire lento de los sueños. Nuestros pasos ardían. Todo incendiaba el mundo. El anuncio llegó sin que supiéramos qué gesto componer, aunque era fácil. Una pregunta solo. Una respuesta. La evidencia nos dejó sin palabras. Bastaron los abrazos. Bastó el beso. Y mirándose al cabo de la calle, en el umbral del río, la cinta plateada al borde de los pies, todo quedó acordado en un minuto. Aquí los dos, aquí la más clara promesa que el tiempo no la borre, que no la acabe el tiempo, que el tiempo no termine. Nunca supe que entonces el tiempo nos mentía. El tiempo nos dejó sin terminar la historia. El tiempo fue la causa y ahora dime qué queda, si no es el puente, con su ardor imposible, si no es el río, con su perfil quebrado hasta los huesos.
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